sábado, 18 de enero de 2020

SIN PALABRAS: CAPITULO 15





Pedro rompió su beso demasiado pronto. Pero si lo hubiera hecho, Paula hubiera podido desmayarse. Inspiró por la boca porque su respiración todavía no había vuelto a la normalidad. Un infortunado rastro de su fiesta de autocompasión.


Se alejó, inhalando otra bocanada de aire jadeante. Wow. ¿No era ella un premio?


La añoranza en el rostro de Pedro desde sus pesados párpados y sus labios todavía abiertos la tomaron por sorpresa. Tal vez para él, ella en verdad era algo especial.


Las manos de él se movieron para tomar su cara como si fuera la cosa más preciada que haya encontrado alguna vez. Depositó un suave y lento beso en sus labios. No había forma de no captar su genuino afecto.


Si la consideraba digna de su tiempo y afecto, entonces ella se esforzaría por ser una pareja merecedora. Apagó la duda grabada en su cabeza y prometió comenzar a recitar afirmaciones positivas en el espejo cada mañana. Quería a este hombre y no sabotearía otra relación con su baja autoestima.


Una sonrisa de lado apareció en la comisura de su boca. Su cabeza se ladeó ligeramente en la dirección opuesta y sus grandes pupilas estudiaron su boca.


Se aclaró la garganta. 


— ¿Te gustaría algo de café?


Su cabeza se movió en un movimiento rápido horizontal. Colocó una palma sobre los dedos derechos de su otra mano, formando una T.
— ¿Quieres té?


Asintió.


—Cuando estaba en la escuela media, aprendí el alfabeto en lenguaje de señas. —Hizo un puño, manteniendo su pulgar derecho afuera—. ¿A?


Su sonrisa mostrando los dientes iluminó sus ojos y dio un asentimiento apreciativo. Su corazón se calentó y la mandó de vuelta a sus brazos. El la abrazó, levantándose bien alto y levantándole los pies del suelo.


Ella se rio mientras sus tres largas zancadas los llevaron a la cocina. Una vez de vuelta en sus pies, él señalizó las letras t-e. Ella imitó las acciones y le gesticuló para que se sentara. 


Con Pedro en la mesa, llenó la tetera, agarró dos tazas, un pequeño plato y bolsas de té. 


Esperando a que el agua hirviera, se le unió en la mesa y señalizó una torpe repasada al alfabeto. Su paciencia y ayuda en las letras que ella no podía recordar pronto tenían su mano moviéndose por todas ellas como una profesional. Se sentó de vuelta sonriendo de vuelta a su radiante cara y se dio cuenta de que la tetera estaba hirviendo y la apagó.


Añadiendo azúcar, miel, limón y leche a la mesa, inhaló el aroma del té de Desayuno inglés. Su mente divagó, había tanto que quería decirle. 


Tantas cosas que quería preguntar.


El alcanzó su mano y la cubrió con su toque cálido.


Miró a sus ojos chocolate. 


—Necesitamos un modo más rápido de comunicarnos.


El sacó su móvil de su pantalón y escribió. 


Inclinó la pantalla en su dirección, decía:
¿Te gustaría ir a una cita?


Se rio alegre y fuertemente, estaba aliviada de que no escuchara. 


Sí, sí, sí, me encantaría ir a una cita.


Enseñó la pantalla de nuevo.


-¿Cuál es tu color favorito?


Amarillo, me recuerda el sol y siempre estoy feliz cuando el sol está brillando.


Sonrió. Sus ojos brillaron. Se inclinó hacia ella y puso su nariz en su cabello, sus labios pasaron por su oído. Un escalofrío la recorrió, de cabeza a dedos de los pies. Depositó besos de mariposa en su mejilla antes de enderezarse en su asiento.


El poder de su reacción ante su ligero toque envío preocupación en su pecho. ¿Era demasiado bueno para ser verdad? ¿Era esto un sueño?


El inclinó su teléfono para que ella leyera.


-¿Has perdonado a tu madre?




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