martes, 8 de diciembre de 2020

EL PRECIO DEL DESEO: CAPITULO 4

 



Leo le caía muy bien. Era uno de los buenos. Para casarse con su hermana había que ser un pedazo de pan. Melisa era, sin ningún género de dudas, la hermana más consentida del mundo, incluso más que Paula.


Paula…


Tenía ganas de verla en la fiesta. Quería saber si le había perdonado por fin por haberle dicho lo de Jeremías. Cuando las noticias eran malas, la gente siempre culpaba al mensajero. Paula se había puesto furiosa con él esa noche. Le había llamado mentiroso, pero al final no había tenido más remedio que calmarse un poco y escuchar lo que le decía.


Seguramente todavía debía de seguir odiándole. Nunca había sido santo de su devoción y lo de Jeremías solo había empeorado las cosas.


De repente una voz anunció que estaban llegando a la estación de Gosford. Muchos de los viajeros se levantaron y fueron hacia las puertas. Pedro sabía que no había necesidad de darse prisa, así que se quedó donde estaba, contemplando el río por la ventanilla; la superficie del agua estaba como un plato. Había muchos botes amarrados, meciéndose suavemente. Alrededor de ese enorme meandro se extendía Gosford, la salida hacia las playas de Central Coast. Pero Gosford no era una ciudad de playa. El mar estaba a unos cuantos kilómetros. El tren traqueteó un poco sobre un puente y pasó por delante de BlueTongue Stadium. Antes había un enorme parque allí.


En cuestión de segundos llegaron a la estación. Pedro se tomó su tiempo para bajar.


Poco a poco había adquirido esa costumbre cada vez que volvía a casa.


No tenía ninguna prisa por bajar del tren y siempre hacía todo lo que podía por acortar la visita. Seguía sin estar de humor para esa fiesta, pero ya no sentía esa tensión que le provocaba saber que iba a estar con su padre. Y eso era bueno… No obstante, tampoco tenía pensado quedarse mucho. No era masoquista.


No había nadie, así que dejó el equipaje en el suelo y esperó. Unos treinta segundos más tarde, un coche subió por la rampa a toda velocidad y se detuvo justo delante de él. No reconocía el coche, pero sí reconoció a la preciosa rubia que iba al volante.


Era Paula.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario