lunes, 23 de noviembre de 2020

VERDADERO AMOR: CAPÍTULO 41

 


—Pero ¿Qué demonios…? —Pau lo empujó con tanta fuerza que se habría caído si él no la hubiera sujetado por la cintura—. ¿Qué estás haciendo? —se puso en pie de un salto temblando.


Él se habría echado a reír a carcajadas si la expresión de ella no lo hubiera dejado helado hasta la médula.


—Me parece que es evidente —trató de sonreír con la sonrisa que, según ella le había dicho ocho años antes, conseguía que le temblaran las rodillas, la que indicaba que no podía pensar en nada mejor que en hacerle el amor.


Ella se fijó en su boca y dio un paso atrás.


—Esto no puede ser.


—¿Por qué no? —preguntó él mientras se levantaba a su vez.


—¿Cómo que por qué no? Lo sabes perfectamente —dijo ella con voz temblorosa.


—No, no lo sé. Amé a la chica que eras hace ocho años y amo aún más a la mujer que eres ahora. No entiendo por qué no podemos estar juntos.


Ella lo miró con los ojos como platos. Por unos instantes, su cuerpo se inclinó hacia él, lo cual lo llenó de júbilo.


—No hay nada que nos impida estar juntos, Pau. Nada en absoluto —se lo demostraría. Dio un paso hacia ella, extendió los brazos…


—Ya te lo he dicho —afirmó ella mientras retrocedía—. ¡Es demasiado tarde!


Pedro se sintió invadido por la ira y el miedo. No podía perderla por segunda vez.


—¿Cuándo vas a dejar de huir?


—No huyo. He vuelto a Clara Falls, ¿no? Y no voy a marcharme hasta que la librería vuelva a funcionar. No me parece que eso sea precisamente huir.


Al mencionar la librería, su rostro se contrajo en una mueca de dolor. Pedro pensó en el crédito que le habían concedido a un interés escandaloso. Le habría dado él mismo el dinero si ella lo hubiese consentido. Se habría ofrecido a prestárselo, pero sabía que también se habría negado. Algo le decía que Paula no sobreviviría al cierre de la librería.


—¿Por qué es tan importante la librería, Pau?


—Conseguir que salga adelante es lo único que puedo hacer por mi madre.


De pronto, todo encajaba. Ella no había vuelto al pueblo por orgullo ni por deseos de venganza, ni para demostrarles a todos que era mucho mejor de lo que creían, sino por amor. Lo único que siempre la había llevado a actuar era el amor. Y, sin embargo, se sentía responsable de la muerte de su madre.


—¿Cuándo vas a dejar de castigarte y a permitirte ser feliz?


—No puedo hacerlo —susurró ella.


—¿Por qué no? —preguntó él, conmovido por su tono dolorido. Quería abrazarla, pero sabía que con eso sólo conseguiría que se recluyera aún más en sí misma. Apretó los puños para contenerse.


—Al creer que te había engañado, me partiste el corazón, Pedro.


Él sintió una fuerte opresión en el pecho. Se merecía que estuviera resentida con él y no era digno de que lo perdonara.


—He tratado de disculparme, Pau. No tengo palabras para expresar cuánto siento el error que cometí. Si pudiera retroceder…


—Lo sé, pero no es eso a lo que me refiero. Los dos nos equivocamos y lo sentimos —hizo una pausa para abrigarse mejor con el jersey, como si tuviera frío y no pudiera calentarse por mucho que lo intentara—. Lo que trato de decirte es que, después de aquello, me convertí en otra persona: más amarga, dura y destructiva. No te estoy echando la culpa; no la tenías. Fue culpa mía. Me convertí en una persona que se negó a volver a Clara Falls aunque su madre se lo suplicara y aunque supiera lo mucho que significaba para ella. ¿No resulta increíble? —cerró los ojos—. Es como si yo misma le hubiera dado el frasco de pastillas de dormir.


—Es imposible que creas lo que dices.


—Pues así es —le temblaban las manos.


—No puedes sentirte responsable de las acciones de otros, Pau.


—Si hubiera vuelto, habría comprobado cómo estaban las cosas. Podría haberla ayudado, salvado —dijo en un susurro. Luego echó la cabeza hacia atrás y lo miró con ojos brillantes—. Pero no lo hice porque me había convertido en un monstruo sin sentimientos. Por eso, tú y yo no tenemos futuro. No puedo arriesgarme a volver a querer así. ¿A quién destruiré o haré sufrir la próxima vez que el amor fracase?


—¿Quién dice que fracasará? —preguntó él con la boca seca.


—Lo siento, Pedro —tenía la mirada herida, fatigada, resuelta—, pero es un riesgo que no estoy dispuesta a correr.


Él sintió que se desmoronaba y que su vida se hacía pedazos al escuchar su tono irrevocable. Estaba equivocada al desterrar el amor de aquella manera… ¡y al desterrarlo a él! Se la había imaginado en sus brazos para siempre. Que se la arrebataran de aquella manera le resultaba casi imposible de soportar. Paula estaba hecha para el amor, pero lo rechazaba, lo cual implicaba que también lo vetaba para él, porque nunca volvería a conformarse con otra que no fuera ella.


—Entonces, según tu filosofía, lo mejor que puedo hacer es no volver a enamorarme.


Ella se lo quedó mirando con la boca abierta, pero luego apretó los labios con fuerza. Era evidente el dolor que sentía, y él tuvo que hacer un tremendo esfuerzo para no abrazarla.


—¿Y si me vuelvo a dejar llevar por los celos aunque sólo sea un segundo? Teniendo en cuenta el pasado, es evidente que no tengo derecho a interferir en el corazón de una mujer.


—Sabes perfectamente que no es eso lo que he querido decir.


—Has dicho que lo único que puedes hacer por tu madre es salvar la librería, pero te equivocas. El mejor regalo que podías hacerle es vivir plenamente y sin miedo, dejar que el amor vuelva a tu vida. No lo entiendes, ¿verdad, Pau? Frida no quería que volvieras para su comodidad o tranquilidad de espíritu, sino para las tuyas. ¿Crees que se alegraría al ver lo que te estás haciendo?


Ella palideció.


—¿Crees que se sentiría orgullosa?


Pau se limitó a mirarlo, inmóvil, y él se preguntó si no habría ido demasiado lejos. Lo único que quería hacer era arrodillarse ante ella y rogarle que fuera feliz.


—Llévame a casa, por favor —dijo ella sin mirarlo mientras daba un paso hacia atrás—. Se supone que iba a dirigir una feria del libro. Voy a ver si aún puedo salvar algo.


Dio media vuelta y Pedro supo que era su última palabra. Lo que le había dicho no había conseguido derribar los muros que ella había levantado a su alrededor. Había fracasado.




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