Pedro la guió hasta la escalera principal, colocándole suavemente la mano en la parte baja de la espalda, y comenzaron a subir los escalones lentamente. A Paula no le pasaron desapercibidos sus continuos intentos de familiaridad. Y mientras las yemas de sus dedos le caldeaban la piel a través del tejido del vestido, enviando pequeñas corrientes de deseo a todo su sistema nervioso, no pudo por menos de preguntarse si no sería aquélla la primera fase de su plan para seducirla.
Aunque lo fuera, no funcionaría.
Era más fuerte. Puede que Pedro fuera encantador y guapo, y que hubiera cierto atractivo en el hecho de que fuera príncipe, pero eso no quitaba que la había atraído hasta su país con mentiras, y no tenía la intención de caer en la trampa.
—Y dime —comentó él, con voz susurrante y persuasiva—, ¿has tenido tiempo de echar un vistazo a los expedientes que dejé en tu habitación?
Era cierto. Había encontrado, sobre el escritorio, una pila de carpetas de distintos colores con los resúmenes de varios organismos benéficos que funcionaban en la isla, organismos con los que supuso que tendría que trabajar si decidía quedarse.
—Les eché un vistazo —contestó ella.
—Y…
—Algunos de esos organismos son muy interesantes.
—No funcionan tan bien como deberían —dijo él.
—Ya me he dado cuenta.
—¿Crees que podrías hacer algo?
Ahí estaba el problema, que sí podía. Aunque sólo había leído por encima los expedientes, durante unos minutos antes de vestirse para la cena, le había bastado para apuntar varias ideas que mejorarían el rendimiento de esos organismos. Por no mencionar, que también sabía cómo concienciar a la gente y conseguir grandes aportaciones.
Estaba emocionada y ansiosa por poner en marcha sus ideas. Pero para ello, tendría que permanecer en Glendovia y cumplir los términos del contrato.
—Excelente —dijo él, esperando a que continuara—. ¿Significa eso que has decidido quedarte?
—Me quedaré —respondió ella—. Un mes, tal como exige el contrato, pero transcurrido ese tiempo me concederás la prima prometida.
—Por supuesto.
Tal vez estuviera dispuesto a abundar en el tema, pero ella lo interrumpió.
—Y los que quiera que no fueran tus motivos para traerme, lo que esperaras que ocurriera, no me acostaré contigo. Ya puedes ir tachando ese artículo, de tu lista de deseos para Navidad.
Y con esas palabras, Paula giró el pomo de la puerta y se metió en su habitación.
Ayyyyyyyyyyy qué genial Pau jajajaja. Pero me late que la reina va a dar un poco de problemas.
ResponderBorrarMmmmm va a estar difícil para Pedro parece jajaja
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