Segundos después, se abrieron las puertas del comedor para dar paso a otra pareja. A Paula le resultó obvio que por lo menos el caballero estaba emparentado con Pedro. Tenía la misma constitución, tono y estructura facial que Pedro y el rey.
La mujer también compartía algunos rasgos físicos, pero Paula no quiso dar nada por sentado, por si acaso se trataba de una esposa o novia y no una hermana.
—Buenas noches a todos —saludó el hombre con voz atronadora y una amplia sonrisa.
—Madre, padre —entonó la joven, borrando así toda duda que pudiera haber en torno a su relación con los presentes—. Pedro —añadió, posando las manos en los hombros de su hermano al tiempo que se inclinaba a darle un beso en la mejilla.
—Diablillo —replicó él, sonriendo ligeramente antes de desviar la mirada hacia Paula—. Te presento a mi hermano pequeño, Sebastian, y mi hermana, Mia, el bebé de la familia.
La princesa Mia suspiró agobiada.
—Detesto que me presentes así —le dijo.
—Lo sé. Por eso lo hago —respondió él.
A Paula no le pasó por alto el brillo afectuoso presente en los ojos de Pedro, ni el gesto divertido que cubría el rostro de su hermana conforme rodeaba la mesa para tomar asiento a la izquierda de ella.
—Nuestro hermano mayor, Dominic, está fuera del país en estos momentos, pero confío en que lo conozcas antes de irte.
Mia sacudió la servilleta sobre su plato y se la colocó suavemente en el regazo mientras decía: —Me alegro de conocerte, Paula. Pedro me dijo que vendrías. Dice que tienes ideas brillantes para aumentar los fondos, que recaudan las organizaciones sin ánimo de lucro.
Paula dirigió la mirada hacia Pedro, halagada por sus elogios indirectos, pero éste estaba mirando a su hermana.
—Ha hecho un trabajo excepcional para algunos organismos benéficos en su país —dijo Pedro.
Desde su sitio al otro lado de la mesa, Sebastian dijo: —Eso está muy bien. En la isla contamos con un montón de esas organizaciones y te aseguro que no les vendría nada mal un empuje. Y ayuda mucho que sea tan bella —Sebastian le guiñó el ojo al decir esto último.
Por un momento, Paula se quedó sorprendida ante el desparpajo del chico, y más todavía estando delante de su familia. Pero entonces se dio cuenta de que debía de ser así normalmente. Era el hijo más joven, el más alejado del trono en la línea sucesoria, y a juzgar por su aspecto, todo un donjuán.
Ella le devolvió la irresistible sonrisa, antes de fijarse en el ceño fruncido de Pedro. El gusto agradable del momento se desvaneció al instante y Paula tuvo una sensación de lo más extraña en la boca del estómago. No sabía si mostrarse preocupada o intimidada, o incluso divertida.
Pedro la había llevado a su palacio para convertirla en su amante; lo sabía. Con la excusa de que trabajaría para su familia, sí, pero eso no cambiaba el hecho de que quería llevársela a la cama.
Sin embargo, eso no justificaba el enfado hacia su hermano, por un comentario totalmente inofensivo.
A menos que Pedro y Sebastian se hubieran peleado, o hubieran compartido el gusto por una misma mujer. ¿Acaso le preocupaba a Pedro que a ella pudiera atraerle su hermano, antes de que él pudiera seducirla?
La situación tomaba un giro interesante. Y le estaría bien empleado por haber tejido semejante red de engaños, sólo para atraerla hasta la isla.
En ese momento, llegaron los sirvientes con las bebidas, agua y vino tinto. Cuando se hubo servido la ensalada, la conversación giró hacia la familia y asuntos de Glendovia. Paula comía en relativo silencio. Le interesaban los temas de conversación, aunque poco podía añadir ella.
En el postre, Mia y Sebastian se interesaron por su familia y su vida en Texas. Ella se mostró encantada de responder, pero se cuidó de mencionar el escándalo por el que había decidido aprovechar la invitación de Pedro y abandonar Estados Unidos.
—¿Y qué ideas tienes para Glendovia? —preguntó Mia—. ¿Por dónde querrías empezar?
Antes de que Paula pudiera contestar, Pedro interrumpió.
—Eso es algo que pretendo discutir en profundidad con ella, pero acaba de llegar y no he tenido oportunidad de ponerla al corriente de detalles que necesitará saber —empujó la silla hacia atrás y se levantó—. De hecho, si nos disculpáis, me gustaría tratar el tema ahora mismo.
Rodeó la mesa y se colocó junto a Paula, dándole pocas opciones aparte de levantarse y acompañarlo. Dio las buenas noches y lo siguió fuera de la sala.
—Pedro —lo llamó la reina justo cuando llegó a la puerta—. Me gustaría hablar de algo contigo.
—Claro, madre —replicó él con tono respetuoso—. En cuanto acompañe a Paula a su habitación me reuniré contigo en la biblioteca.
Su madre asintió casi imperceptiblemente y Pedro y Paula abandonaron la estancia.
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