martes, 27 de octubre de 2020

CORAZON SOLITARIO: CAPÍTULO 4

 


Ella entró a toda velocidad, como si temiera que retirase la oferta, y Pedro se dejó caer sobre los escalones del porche, intentando no escuchar la conversación, intentando no oír cómo le decía a quien fuera que el valle de Gloucester era precioso, que la vista era fabulosa y que la cabaña era genial.


Irritado, se levantó y empezó a pasearse. El valle de Gloucester era precioso y la vista desde su cabaña, fabulosa, sí. Pero tenía la impresión de que no diría lo mismo sobre la cabaña.


Paula reapareció unos minutos después, aunque Pedro esperaba que hubiese estado hablando por teléfono durante una hora. Eso era lo que hacían todas las mujeres, ¿no?


—Gracias.


—¿Cómo está la señora Pengilly?


No podía creer que hubiera preguntado eso. Quizá fuera hora de tomarse unas vacaciones.


Ella sonrió.


—Su hijo Julio vive en Brisbane, pero ha ido a cuidar de ella. Es que tiene diabetes.


—Si han estabilizado sus niveles de azúcar y le han puesto medicación, se pondrá bien —Pedro dijo esas palabras con una facilidad que lo sorprendió a él mismo.


—Eso es —murmuró Paula, sorprendida—. Parece que sabe usted de lo que habla.


—Sí, lo sé.


Pero no pensaba darle más información. Ya le había dado más que suficiente.


—Vamos, la llevaré a la cabaña.






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