—Estupendo —sonrió, respirando profundamente—. ¿Estás lista para la gran prueba?
Molly movió la cola.
Paula tomó un sorbo de té, cruzó los dedos y se levantó. Llevaba horas redecorando el interior de la cabaña y había llegado el momento. Tenía que volver a entrar para ver si seguía chupándole toda la energía.
Salió al porche y cerró la puerta. Luego, conteniendo el aliento, volvió a abrirla y… con un suspiro de alivio, casi un sollozo, cayó de rodillas y abrazó a la perrita.
—Éste es un sitio en el que puedo vivir durante un mes. ¿Qué dices?
La respuesta de Molly fue lamerle la cara. Riendo, Paula se levantó. Bueno, ¿qué podía hacer durante el resto del día?
Entonces vio el cuaderno sobre la mesa. La lista de lo que iba a hacer con el resto de su vida. Pero se le encogió el corazón.
—Magdalenas. ¿Qué clase de magdalenas le gustan a tu amo? ¿De nueces o de manzana y canela?
Pobre Pau, qué embole. Que se vaya de ese lugar tan aburrido.
ResponderBorrarAy me da mucha lastima esta mujer!! Menos mal que la tiene a Molly aunque sea...
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