martes, 15 de septiembre de 2020

EL DOCTOR ENAMORADO: CAPÍTULO 7

 


Pedro cerró la puerta de su despacho, se dejó caer en la silla que había detrás de su escritorio y dejó escapar un pesado suspiro. Se sentía como si acabara de correr una maratón.


¿Qué demonios le había sucedido?


Fuera lo que fuera, era la primera vez que le ocurría. Había tratado a miles de mujeres a lo largo de su carrera y nunca había sentido por ninguna de ellas algo más que un interés puramente médico. En aquella ocasión, sin embargo, en cuanto había visto a Paula Flowers todo parecía haberse trastocado.


Lo había sabido en cuanto la había mirado a los ojos. Aquella mujer tenía algo que le afectaba de forma muy personal. Quería tocarla. Y en cuanto había posado la mano en su rostro, había deseado continuar acariciándola.


Cerró los ojos, apoyó la frente en sus manos y se maldijo a sí mismo. ¿Habría advertido ella su interés? ¿Sería esa la razón por la que había decidido posponer el chequeo hasta que regresara el doctor Brenkowski? Fuera cual fuera la razón, se alegraba de que lo hubiera hecho. En caso contrario, probablemente habría tenido que interrumpir el mismo la consulta. Porque había llegado a temer la posibilidad de perder el control.


¿Por qué le afectaría aquella mujer de forma tan intensa?


Oh, era muy hermosa, sí, con aquel precioso pelo, que parecía una nube de seda oscura sobre sus hombros. Y su cutis parecía estar pidiendo a gritos ser acariciado... por no hablar de los enormes ojos grises con los que Paula parecía ser capaz de desnudarle el alma. Pero la belleza física nunca había sido suficiente para sacar de él algo más que un breve reconocimiento, sobre todo cuando estaba trabajando.


Algo había ido mal. Drásticamente mal.


Al sentir su rostro entre sus manos, su cuerpo había respondido de una forma muy poco profesional.


Y le bastaba recordar cómo había señalado su paciente la curva de su cadera, descendiendo después hasta su muslo, para que un deseo absurdamente intenso volviera a apoderarse de él.


Ella no había pretendido parecer provocativa, de eso había podido darse cuenta. Tenía experiencia más que suficiente, sobre todo desde que había regresado a Sugar Falls, para saber cuándo una mujer estaba intentando seducirlo. En un par de ocasiones, al entrar en su consulta, había encontrado a alguna de sus pacientes adoptando la más lujuriosa de las posturas sobre la camilla.


Afortunadamente, Gladys siempre había sido muy útil para templar aquellas situaciones. Y en ninguna de ellas Pedro había llegado a excitarse, ni siquiera mínimamente.


Hasta aquel día. Hasta que había mirado a Paula Flowers a los ojos y había deseado acariciarla, más que cualquier cosa en el mundo.


No, no podía continuar examinándola. Pero Paula necesitaba atención médica. Parecía estar sufriendo un intenso agotamiento. Además, había tenido la sensación de que estaba particularmente estresada, y se preguntaba por qué.


Tampoco entendía la extraña pregunta que le había hecho a Gladys. Quería saber si un médico podía determinar si había tenido un hijo. Paula se había justificado diciendo que era una pregunta general. ¿Pero entonces por qué le había dicho a Gladys que quería saber todo lo que el médico pudiera decirle sobre sí misma?


Cuando le había preguntado que si alguna vez había dado a luz, no le había contestado. ¿Sería posible que no lo supiera? Si así era, eso indicaba que había sufrido una importante pérdida de memoria. Pero ella había negado que hubiera padecido amnesia tras el accidente.


Definitivamente, Paula Flowers representaba un misterio.


Le había pedido que dejara un número de teléfono y le había dicho que quería verla al cabo de una semana, para seguir al corriente de sus mareos.


Pero el número de teléfono que Paula le había dejado era falso, y no habían llegado a concertar una próxima cita. Tampoco había dejado dirección alguna, aunque sí un apartado de correos. Era un apartado de correos local, lo que quería decir que vivía en la ciudad y podría volver a verla otra vez.


Pedro sacudió la cabeza perplejo por la ansiedad que le producía la posibilidad de volver a verla. Al parecer, llevaba demasiado tiempo sin estar con una mujer. No había vuelto a tener una cita desde que había regresado a Sugar Falls y ya habían pasado tres meses.


¿Y por qué? Uno de los motivos por los que había regresado a Sugar Falls era que quería encontrar una mujer honesta y sencilla. Sencilla sobre todo. Las complicadas relaciones que había encontrado en Boston le habían enseñado muchas cosas, pero le habían dejado con una sensación de vacío y soledad que no conseguía sacudirse de encima.


Había pensado que regresar a casa podría ayudar, pero de momento no había sido así.


En realidad, sólo podía culparse a sí mismo de la falta de compañía femenina. Había recibido muchas invitaciones y algunas de mujeres a cuyas familias conocía desde hacía años, mujeres capaces de comprender el tipo de vida que deseaba para sí y que sabían disfrutar de la sencillez de vida de Sugar Falls.


Lo último que necesitaba era una aventura con una desconocida de ojos grises cargada de secretos.


Pero aquellos secretos lo intrigaban. Paula lo intrigaba. Y la idea de tener una aventura con ella lo excitaba de forma inexplicable.




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