La enfermera de pelo gris irrumpió en aquel momento en la habitación, disculpándose por haber llegado tan tarde. El doctor no le hizo prácticamente caso, toda su atención estaba centrada en Paula, de la que esperaba una respuesta.
—He cambiado de opinión sobre el examen médico —dijo Paula, consciente del sonrojo de su rostro y la inseguridad de su voz—. Prefiero esperar hasta que vuelva el doctor Brenkowski.
El doctor Alfonso se quedó mirándola absolutamente sorprendido.
La enfermera parecía mucho más asombrada incluso.
—Puedo asegurarle, señorita Flowers, que el doctor Alfonso es uno de los mejores médicos con los que he trabajado —proclamó—. Fue el primero de su promoción en Harvard y estuvo trabajando en un hospital de Boston antes de...
—Gladys, ya esta bien —su mirada continuaba siendo exclusivamente para Paula—. Tienes perfecto derecho a ser atendida por el médico que desees, y el doctor Brenkowski es excelente. Pero tengo que advertirte que no regresará hasta dentro de un mes.
¡Un mes! ¿Cómo iba esperar durante tanto tiempo para conocer la respuesta a algo tan importante? Por otra parte, no podía permitir que aquel médico tan atractivo la examinara más íntimamente. Ni que adivinara lo poco que sabía sobre sí misma.
—Un mes, estupendo —le aseguró.
La enfermera parecía dispuesta a salir nuevamente en defensa de su adorado doctor Alfonso. Él, sin embargo, se mostraba inexplicablemente aliviado. ¡Aliviado! ¿Había esperado quizá que fuera a causarle algún problema?
—Aunque por lo menos, deberías dejarme echar un vistazo a tus lesiones —le ofreció—, para que nos aseguremos de que no está habiendo ningún obstáculo en el proceso de recuperación. También me gustaría hacerte análisis, quizá podamos averiguara qué se deben esos mareos.
—La verdad es que las heridas no me molestan mucho —replicó— Y en cuanto a los mareos...
—Puede llegar a ser peligroso. Es sobre todo en eso donde tengo que insistir. Aunque el doctor Brenkowski sea tu médico, ahora estoy yo en su lugar, y tengo la obligación de decirte que tienes que hacerte esas pruebas. Es posible que los mareos se deban a la altitud, pero quiero estar seguro. Además, necesitas descansar... pasa un par de días en cama. Tienes síntomas de estar físicamente agotada.
—¡Agotada! —no se lo esperaba, a pesar de que últimamente no dormía bien y su trabajo era verdaderamente agotador.
—Estás dispuesta a colaborar, ¿verdad?
Parecía tan decidido a salirse con la suya que Paula no pudo menos que sonreír.
—Sí, por supuesto, doctor Alfonso. Y le aseguro que en ningún momento he pretendido poner en duda su experiencia médica.
Aunque no de forma inmediata, la expresión de Alfonso por fin se dulcificó. Bajó la mirada hacia la boca de Paula, hacia su sonrisa, y sin ofrecerle otra a cambio, susurró de forma casi inaudible.
—En ningún momento he pensado que lo estuvieras haciendo.
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