lunes, 7 de septiembre de 2020

ANGEL O DEMONIO: CAPÍTULO 49

 


Aquella mañana se sentía como un niño haciendo novillos. Se había metido en la ducha sonriendo al recordar las escenas que acababa de vivir. Tenía que acabar con aquello, tenía que librarse de las redes de Paula antes de que fuera demasiado tarde y le resultara imposible vivir sin ella.

Pedro se retiró, pero Paula se había quedado tan lánguida que tuvo que sujetarla para evitar que cayera al suelo. Su rostro tenía una expresión soñadora, satisfecha, la misma que tenía siempre que acababan de hacer el amor. Una oleada de placer atravesó como una daga su corazón dejándole temblando para sus adentros.

«Ya es demasiado tarde, muchacho. Demasiado tarde».

La gente se paraba a mirar. Pedro se dio cuenta aunque ella no podía. Parecía en trance. Él conocía aquella sensación. Siempre que la tocaba el mundo se convertía en una sombra pálida. Comenzó a andar arrastrándola consigo.

—Vamos. Ya hablaremos de esto más tarde —dijo cuidando de no definir lo que era «esto».

—Siempre estamos a punto de hablar de «esto» —dijo ella sonriendo—. Y siempre acaba pasando algo que nos lo impide.

Pedro se echó a reír y la abrazó.

—Tienes respuesta para todo, alcaldesa Wallace. Y buenas, además.

Se sonrieron. Pedro era incorregible y adorable. Con sólo mirar aquellos ojos azules, el corazón se le convertía en gelatina. Para cualquiera que mirara parecían dos enamorados.

Paula sintió un hueco en el estómago al darse cuenta de lo que estaba pensando. No podía seguir engañándose, uno de ellos lo estaba. Se había dado cuenta alrededor de las cuatro de la madrugada cuando habían hecho el amor en la silla de la cocina. Al amanecer, no había querido que se fuera. Aquel recuerdo le dio fuerzas para sobreponerse.

—Llegamos muy tarde. No pueden empezar el desfile sin nosotros.

—¿Crees que les importará si nos presentamos así. de lado? Como si bailáramos un tango por toda Main Street.

Paula se libró de su abrazo venciendo la tentación de quedarse allí todo el día. Tenía la profunda sensación de que era correcto. ¿De verdad no lo era?

—Me parece que sí les molestaría.



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