lunes, 10 de agosto de 2020

EL HÉROE REGRESA : CAPÍTULO 15




Estaba amaneciendo cuando Paula aparcó delante de la casa de los Alfonso. No se atrevía a mirarse por miedo a volver a su casa a cambiarse.


—La gente lleva pantalones cortos continuamente —se regañó a sí misma.


Y sus nuevos pantalones cortos eran respetables. Le llegaban hasta la mitad del muslo y terminaban en un recatado y bien arreglado doblez. La camiseta era como la que cualquier otra mujer se ponía, aunque se ceñía a su cuerpo de una forma nueva para ella. Le llegaban recuerdos del pasado, recuerdos de las pequeñas crueldades de otros niños, del desinterés de su padre, de su ex marido.


Éste había salido con mujeres que vestían como prostitutas, aunque quería una mujer tradicional y correcta en casa para apaciguar a su tensa familia.


Ella no sabía… Las cosas habrían sido diferentes si Butch no hubiera tenido que hacerse cargo del negocio familiar, pero la muerte de su hermano lo había empujado a aquella situación.


Irónicamente, Butch había demostrado tener talento para su negocio. 


Demasiado talento para el gusto de Paula. Dejó de importarle a quién perjudicaba en su camino a la cima del mundo de los negocios, aunque Paula podía constatar que había comenzado decentemente. O quizá era lo que ella quería creer porque necesitaba pensar que había una razón para que hubiera podido amarlo al principio.


Paula suspiró y tocó el doblez de sus pantalones. Durante años, no había pensado demasiado en su ex marido, pero quizá era normal pensar en él en aquellos momentos, ya que Pedro Alfonso era el único otro hombre que había amado y allí estaba, vestida para resultarle atractiva y queriendo pensar que no se parecía al hombre con el que se había casado.


—Todos cometemos errores —murmuró.


No tenía que dejar que el pasado influyera en el futuro, pero tampoco tenía que cometer los mismos errores. 


Butch y Pedro eran ambos ex deportistas que se habían convertido en duros hombres de negocios y ambos le habían llegado al corazón. Y no estaba dispuesta a que volviera a suceder. La próxima vez que se enamorara, sería de alguien a quien mereciera la pena amar.


Paula salió del coche y anduvo hasta la parte trasera de la casa con un saco lleno de utensilios que pensaba que podría necesitar y se arrodilló al lado de las flores que habían hecho enfadar al profesor Alfonso el día anterior. Como la mala hierba era lo más fácil de identificar, sacó el viejo cuchillo de cocina que había traído y comenzó a cavar en el extremo de una gran mata. 


Quitando la tierra de las raíces, puso el matojo a un lado. Según iba trabajando, comenzó a identificar las diferentes variedades de plantas que había estudiado la noche anterior. Con tanto cuidado como si estuviera sujetando pinturas de Georgia O'Keeffe o de Monet, separó las plantas de las malas hierbas.


Sentía cómo el aire fresco tocaba sus extremidades y se colaba por el fino algodón de su camiseta mientras que el olor de la tierra y las plantas llenaban sus pulmones. ¿Qué más se había perdido mientras había estado escondida tras sus libros, sus clases y su ropa práctica?


No era un pensamiento nuevo. Desde que había visto a Pedro de nuevo, se había vuelto más consciente de su cuerpo que en cualquier otra etapa de su vida. No le gustaba saber que era Pedro quien la afectaba de esa manera, pero, de todas formas, le gustaba el sentimiento.


De vez en cuando, Paula miraba la relativamente pequeña cantidad de plantas que había conseguido y el jardín grande con sus caminos y áreas para sentarse. Le llevaría mucho tiempo dejarlo bonito otra vez y quería disfrutar cada momento. No todos los días se puede restaurar una obra de arte y el jardín del Pequeño Sargento era puro arte.



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