jueves, 6 de agosto de 2020
EL HÉROE REGRESA : CAPITULO 1
—Casi nada —murmuró Paula Chaves. Sacó un paquete rectangular de su coche y se quedó mirando la casa que tenía delante. Él estaba en esa casa y era la última persona a la que quería ver. Si no le debiera tanto a su abuelo nunca se le habría vuelto a acercar.
En fin…Pedro Alfonso era muy guapo.
Pero imposible. La abordó un incómodo recuerdo de los días de su infancia cuando una sencilla y dinámica chica vestida con ropa de segunda mano soñaba con que el capitán del equipo de fútbol se enamoraría de ella.
Paula resopló. Se habían conocido porque Pedro había estado ingresado en el hospital y necesitaba un tutor que lo ayudara con sus estudios. Paula se había convencido de que el coqueteo de él podía ser significativo, aunque a ella ni siquiera le gustaba… por lo menos no tanto. Pero quería y admiraba a su abuelo y hubiera hecho casi cualquier cosa por él, por el profesor Alfonso.
Incluso se volvería a enfrentar a Pedro y a los recuerdos que representaba.
Caminaba por la acera pensando que Pedro podía haberla hecho sufrir cuando eran más jóvenes, pero ya no. A pesar de su resolución, su pulso se aceleró cuando abrió la puerta y vio sus anchos hombros.
—¿Sí? —dijo sin que sus ojos la reconocieran.
Paula movió los pies, estaba dividida entre una perturbadora atracción por la gracia atlética de Pedro y su imagen de ángel caído y un compromiso con su abuelo.
Maldito sea. Si hubiera justicia en el mundo habría echado barriga y habría tenido entradas.
—No vamos a comprar nada —comenzó a cerrar la puerta, pero Paula levantó
su mano.
—No, espera. No soy una vendedora. He venido por el mercadillo de hace unos meses.
—Verás, agradecemos que la gente traiga cosas que el abuelo no debería haber vendido, pero estoy seguro de que si te quedas cualquier cosa que sea, no pasará nada. Él está confundido, pero las cosas de valor están aquí.
—No, no lo están.
—¿Perdón? —preguntó arqueando las cejas.
Paula se aclaró la garganta. Pedro estaba más guapo que nunca, con pequeñas arrugas en los ojos y algunas canas en su pelo negro, parecía una persona firme y responsable.
«No», pensó Paula alarmada. No podía permitirse pensar nada positivo sobre él. Pedro Alfonso siempre había hecho que deseara cosas que no tenía, como tener una persona que la amara tanto como ella lo amaba y lo deseaba a él, alguien a quien pertenecer. Pedro le recordaba que quizá nunca la tendría y que estaba sola en el mundo mientras que él pertenecía a una familia grande y querida. Había vuelto de Chicago para ayudar a su abuelo, demostrando que no era tan egoísta como ella pensaba.
—¿Puedo pasar?
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