miércoles, 5 de agosto de 2020

CRUCERO DE AMOR: CAPÍTULO 55




Ella también tenía una solución. En aquel momento le parecía obvia, pero tenía que escuchar antes la de Pedro. Era un hombre excesivamente metódico y razonable, así que le llevaría algún tiempo convencerlo. No sería fácil para él confiar en la palabra de una mujer, después de las experiencias que había tenido, de modo que…


De repente sonó el teléfono. Pedro lo miró exasperado.


—Será mejor que contestes —dijo Paula mientras terminaba de atarse el cinturón del albornoz.


—Ya volverán a llamar.


—¿Y si es Locatelli?


Pedro suspiró y fue a contestar justo cuando Sebastián volvía con un plato lleno de pastelillos. Paula sostuvo el plato mientras el niño se subía a la cama y elegía el más grande.


—Es tu abogado —le dijo Pedro con tono serio, tendiéndole el teléfono.


A Paula no le agradó la interrupción, pero se alegró de que Rodolfo la hubiera llamado. Antes o después necesitaba hablar con él.


—¡Paula, tengo buenas noticias! Hemos ganado.


—¿Qué?


—Todo ha terminado. Tu sobrino no irá a Estados Unidos.


Tardó un segundo en asimilar sus palabras. Eran las mismas que había ansiado escuchar durante semanas. Por eso se había embarcado en aquel crucero.


—Rodolfo, ¿estás seguro?


—Absolutamente.


Estaban hablando en ruso, con lo que Pedro no podía entender la conversación, pero Sebastián sí. Se llevó el teléfono al salón y se sentó a la mesa.


—¿Cómo? —inquirió, bajando la voz—. ¿Han sido invalidados los documentos de viaje?


—Mejor que eso. La adopción estaba sustentada sobre un fraude. Será cancelada.


—¿Fraude? ¿Quieres decir que Pedro hizo algo mal?


Debió de haber oído su nombre. Cruzó los brazos y la miró. Paula intentó esbozar una sonrisa tranquilizadora, pero no pudo.


—No, fue la funcionaría de la oficina de admisiones del orfanato de Murmansk. El error salió a la luz por culpa de las investigaciones policiales que reclamó Alfonso. La mujer admitió que había cambiado el apellido de Sebastián y traspapelado su expediente cuando lo transfirió al orfanato de San Petersburgo.


—¿Por qué?


—Lo hizo para proteger a tu sobrino. Había oído rumores sobre que alguien de la Mafiya lo estaba buscando después del accidente de sus padres, así que traspapeló su expediente. No fue un error burocrático, sino un sabotaje deliberado.


Paula se pasó una mano por la frente. Claro. Era por eso por lo que había tardado tanto en localizar el rastro de su sobrino. Aquella mujer le había salvado la vida.


—Paula, la adopción es ilegal. Ningún tribunal la reconocerá.


Miró a Sebastian. Estaba sentado con las piernas cruzadas frente al plato de pastelillos, relamiéndose los labios.


—¿Qué le sucederá a la funcionaria? Espero que no tenga problemas.


—Es posible que pierda su trabajo.


—Soborna a alguien para que lo conserve. Si no lo consigues, le ofreceremos un puesto en nuestra tienda de Moscú.


—Lo haré, si insistes.


—Claro que insisto. Esa mujer le salvó la vida.


Se oyó un profundo suspiro al otro lado de la línea.


—Paula, creo que no estás entendiendo lo fundamental. Si pudiéramos volver al asunto por el cual te he llamado…


—¿En qué situación quedará Sebastián si se cancela la adopción?


—Tendría que volver al orfanato, pero sólo provisionalmente. Reclamaríamos inmediatamente su tutoría.


—No me basta. No permitiré que Sebastián vuelva a ese lugar, ni siquiera por una hora. No después de todo lo que ha pasado. Apenas está empezando a recuperarse. Nunca lo entendería.


—Paula, es la única solución que nos queda si quieres recuperarlo. Esta tarde conseguiré un mandamiento judicial con carácter urgente. Para mañana, tanto los documentos del viaje como la adopción quedarán anulados.


—No.


—¿Perdón?


—Quiero que paralices todos los trámites, Rodolfo. No impugnes la adopción.


—Pero…


—Retira nuestra reclamación, cancela el pleito sobre la custodia, olvídate del mandamiento judicial. Quiero que lo paralices todo.


—No te entiendo. Has ganado.


—Todavía no, Rodolfo. Pero lo estoy intentando.


Se hizo un silencio al otro lado de la línea.


—Paula, no me gusta ese tono. ¿Qué estás tramando?


Aquella conversación empezaba a resultarle familiar.



—Te llamaré mañana para ponerte al tanto de todo —y colgó el teléfono.




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