miércoles, 5 de agosto de 2020

CRUCERO DE AMOR: CAPÍTULO 54




Paula se despertó con el sonido de unos cubiertos y unas risas apagadas. Parpadeó varias veces y miró a su alrededor, desorientada, hasta que se dio cuenta de que ya era de día y que seguía en el salón. Ya había amanecido cuando Pedro y ella abrieron el sofá-cama. Por supuesto, había transcurrido otra increíble hora antes de que se quedaran finalmente dormidos…


—Creo que ya se ha despertado —murmuró Pedro—. Adelante.


Paula se incorporó sobre los codos y miró hacia el comedor. Pedro estaba de pie al lado de un carrito cargado de platos cubiertos. Llevaba puesto un albornoz blanco y estaba recién duchado y afeitado. Sebastian todavía estaba en pijama y sostenía con las dos manos un florero con una única rosa roja. Miró a Pedro, que asintió con la cabeza, y fue a llevarle la flor.


—Gracias, Sebastian…


Sonriendo, el niño se sentó en la cama y empezó a hablarle en ruso. En sus ojos azules había un brillo que Paula no había vuelto a ver desde su última fiesta de cumpleaños, un año antes.


Pedro se reunió con ellos. Ya no se servía de la muleta y su cojera no era tan pronunciada. Sonreía de oreja a oreja.


Una oleada de ternura le subió por la garganta, impidiéndole hablar. ¡Cómo quería a aquel hombre! El hecho de haber dormido con él no había hecho sino profundizar, macerar, asentar sus sentimientos. Alzó la cara para recibir su beso. Luego se acercó la rosa a la nariz y miró a su sobrino.


El niño se había tumbado en la cama para abrazarse a la almohada que había usado Pedro. Aquello le recordó la costumbre que, de niñas, habían tenido Olga y ella de subirse a la cama de sus padres. En aquel entonces todo había sido sencillo, puro, inocente. Acurrucada entre su padre y su madre, arropada por las sábanas que sus cuerpos habían calentado, se había sentido segura y amada. En casa.


Se le llenaron los ojos de lágrimas. En casa. Eso no era un lugar, sino un sentimiento. Por eso había sido capaz de conservarlo durante todos esos años.


Pedro se sentó a su lado y le acarició un brazo.


—¿Paula?


—Me estaba hablando de siestas.


—No parece nada cansado.


—No, no es que tenga ganas de dormir. Me ha dicho que cuando su padre volvía a casa después de pescar, Olga y él dormían muchas siestas en su habitación. Y cuando se levantaban, su madre se ponía a cantar mientras cocinaba y su padre siempre estaba de buen humor… —se mordió el labio cuando de repente comprendió lo que su hermana y su cuñado habían estado haciendo exactamente en esos momentos.


—Mi hijo es un niño muy inteligente —comentó Pedro mientras le acariciaba la cabeza—. ¿Quieres traerle el desayuno a la tía Pau?


Sebastián se bajó de la cama, se dirigió al carrito de servicio y empezó a destapar los platos.


—Es bueno que empiece a hablar de sus padres —dijo Pedro en voz baja—. Eso significa que se siente cada vez más seguro.


Sebastian hundió un dedo en un pastelillo y lo retiró untado de lo que parecía confitura de fresa. 


Después de lamérselo, repitió el gesto. A Paula le resultó extraño que Pedro hubiera pedido pastelillos en vez de un desayuno más sano y nutritivo.


—Cada vez se parece más al niño que yo recuerdo. Me pregunto si habrá percibido de alguna manera que el origen de su pesadilla ha desaparecido.


—Es posible. Los niños son muy sensibles al ambiente, a los cambios de humor de los adultos —se levantó del sofá-cama para recoger otro albornoz de una silla y la ayudó a ponérselo—. Puede que Sebastian sea demasiado pequeño para adivinar por qué te has levantado esta mañana con esa sonrisa en la cara —le dijo, besándola en una oreja—. Pero estoy seguro de que reconoce el amor en cuanto lo ve. Como es el caso que nos ocupa.


Pedro


La acalló poniéndole un dedo sobre los labios:
—Necesito hablar contigo de Sebastián, Paula, pero no quiero que te lleves una idea equivocada. Así que escúchame antes de ponerte a discutir, ¿de acuerdo?


—De acuerdo.


—Sé que no vas a renunciar a Sebastian. Y yo tampoco, pero no estoy dispuesto a enfrentarme contigo en un tribunal, así que tengo una solución para ello.




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