lunes, 31 de agosto de 2020

ANGEL O DEMONIO: CAPÍTULO 24

 


Salió del banco sin despedirse. Aunque el comentario de Pablo había pretendido tranquilizarla, había conseguido el resultado opuesto. Pedro se controlaba, pensó sintiendo escalofríos a pleno sol. Aquella sí que era una idea que la asustaba.

Comenzó a andar despacio hacia su oficina. Se detuvo al pensar que volverle a ver sólo conseguiría enfadarla aún más. Se decidió por coger el coche, una visita al centro municipal serviría para mantenerla ocupada y distraerla.

Al pasar frente a una tienda de licores tuvo una idea. Su hermano tenía razón, Dios bendijera su corazón pequeño. Todo se trataba de mantener el control. ¿Quién lo tenía, quién lo necesitaba y por qué? Si se trataba de eso, había seguido un curso de acción completamente equivocado. Había permitido que Pedro hiciera las cosas a su manera desde el principio. Había llegado el momento de cambiar aquel estado de cosas.

Había algo que seguía igual. Pedro tenía algo que ella quería, la verdad. La pregunta era, ¿qué tenía ella que Pedro pudiera desear? Lo único que Pedro había querido siempre de ella era su cuerpo. ¿Podría manejarlo? ¿Podía hacer de Mata Hari para sonsacarle la verdad sin destruirse a sí misma?

Unos años antes habría tenido que responder que no. Pero los tiempos habían cambiado. Ella era distinta. Era una mujer madura y no una adolescente incauta. Averiguar la verdad era muy importante para ella, para la ciudad, para el banco. Pedro había confiado en ella una vez y podía volver a hacerlo. Quizá, sólo quizá, Paula acabara averiguando lo que se proponía antes de que fuera demasiado tarde.

Paula sintió una enorme confianza en sí misma y en sus propias fuerzas. Ella podía vérselas con Pedro mejor que ninguna otra persona de toda la ciudad, porque cuando todo llegaba a su fin, nadie lo conocía mejor que ella. No podía fiarse de nadie más para librarse de él. Era el destino y era la justicia. Tenía que hacerlo ella sola. Rezumando convicción por todos los poros de su cuerpo, Paula entró en la tienda de licores. Antes que nada necesitaba una botella de vino.




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