martes, 9 de junio de 2020

MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 43





Pedro estuvo magnífico.


Durante la larga e intensa reunión con sir Frank, su actitud fue tan ecuánime que un observador neutral habría pensado que no tenía interés en el trato; pero con apenas una ceja enarcada o una pregunta sutil haría que el otro corrigiera un hecho o una cifra que acercaba las negociaciones a favor de Porter Corporation. En varias ocasiones pidió la opinión de Pau, pero de tal modo que ella no podía evitar confiar en su respuesta. El apoyo a sus comentarios y su inagotable capacidad de exponer números para respaldar todas las afirmaciones de ella cuando sir Frank las cuestionó, la llenó de una nueva admiración por la forma exhaustiva en que conocía todas las facetas de las operaciones de Porter Corporation. No había duda de que la fe que tenía depositada en él el padrino estaba justificada, pero cuando al final sir Frank se reclinó en su asiento, después de cinco horas de debate, y anunció que estaba satisfecho con la oferta de Porter, el orgullo que Pau experimentó por Pedro fue más personal que profesional.


Su primer deseo fue rodearle el cuello con los brazos, pero, imitándolo, limitó su entusiasmo a una sonrisa tan profesional como la que él le dirigió a sir Frank.


—Bueno —comentó el hombre mayor—, creo que esto requiere una celebración. ¿Les parece una cena a las ocho?


—Lo siento, sir Frank —repuso Pedro—, pero debemos regresar al continente tan pronto como sea posible. ¿Puedes arreglar que tu piloto nos lleve al aeropuerto de Cairns esta tarde?


La solicitud de Pedro provocó un dolor agudo en todo el cuerpo de Paula. Se había terminado. Misión cumplida. En unas horas su falso matrimonio con Pedro Alfonso habría concluido. 


No más peleas. No más besos. No más amor.


¡Bien!


Cuanto antes volviera a su vida normal, mejor. 


Pedro quería ponerle fin al fiasco lo antes
posible, casi de inmediato. Ella también. Le alegraba que terminara. Había desempeñado su parte y el padrino estaría exultante con el cierre del trato.


Cielos, era tan grande el alivio de que todo hubiera acabado, que no podía pensar en lo que debía hacer a continuación... Las maletas. Sí, su primera prioridad eran las maletas. Oh, y tendría que llamar a Eugenia o a Damian para que fueran a recogerla al aeropuerto de Sydney. No, a su padrino no... probablemente querría hablar de las negociaciones, querría que los tres cenaran juntos.


—Paula... un brindis —parpadeó ante el sonido de la voz de sir Frank y descubrió que le ofrecían una copa para champán llena con zumo de naranja. Su rostro debió mostrar confusión, porque él le explicó—: No debes tomar alcohol si estás embarazada, querida.


«¡No estoy embarazada!», gritó mentalmente, pero de forma automática sonrió, aceptó la copa y la alzó para brindar por el éxito del trato. Había bebido dos sorbos cuando Rebeca entró en la estancia con una bata abierta y un biquini que hacía que te preguntaras por qué se había molestado en ponérselo. Antes de que la morena hubiera podido quejarse de que la dejaran al margen del brindis, Paula depositó la copa en la mesa y se excusó, aduciendo que debía empezar a hacer las maletas.


Pedro murmuró algo similar y comenzó a guardar documentos en su maletín, pero la idea de quedarse a solas en la cabaña con él era algo superior a lo que podía hacer frente en ese momento.


—No, hmmm... cariño —se obligó a sonreír—. Uno de los dos debería quedarse para celebrar el acuerdo del modo que se merece. Está bien... yo haré las maletas —ignoró la mirada hostil de él y le estrechó la mano a sir Frank; luego se preparó para enfrentarse a los ojos felinos de Rebeca—. Adiós, lady Mulligan —sonrió, después observó fugazmente la copiosa cantidad de carne desnuda potenciada por el plástico—. Sin duda ha sido una verdadera... «revelación» conocerte —dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta. Pedro se la abrió, pero la lentitud de sus movimientos la obligó a alzar la vista.


—¿Qué sucede? —preguntó de modo que sólo ella pudiera oírlo.


—Nada.


—¿Por qué estás enfadada conmigo?


—¿Por qué iba a estarlo? Has realizado unas negociaciones extraordinarias.


—Los dos. No podría haberlo logrado sin ti.


—Lo que tú digas —sonrió para no llorar—. La buena noticia es que se ha terminado, y dentro de unas horas podremos acabar con esta charada. ¡Pensando en ello voy a hacer las maletas!





1 comentario: