viernes, 5 de junio de 2020

MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 27




El leve titubeo indicó que examinaba recuerdos que se habían vuelto borrosos por la falta de uso.


—En ese momento Emma estaba pasando por una fase en que la muerte y la familia le obsesionaban. Y, desde luego, la reencamación. No paró de hablar de ese tema. Durante meses después de su visita me fue imposible pasar delante de un perro o un gato sin preguntarme quién habría sido en una vida anterior... —rió, en esa ocasión con diversión y ternura—. En cualquier caso —continuó con expresión de nuevo impasible—, una noche estábamos cenando todos cuando Emma anunció que mis padres debían estar plenamente preparados para su muerte y que deberían redactar sus testamentos para asegurar mi futuro, nombrándola mi tutora ante el caso de que murieran juntos. Bueno, cuando mis padres dejaron de reír, le dijeron que ya tenían hechos los testamentos. Parafraseando a mi madre, no sólo garantizaban mi bienestar cuando pasarán a la próxima vida, sino que también garantizaban su futuro en ésta nombrando a Damian mi tutor —clavó sus duros ojos negros en ella—. Como puedes ver,
Pau, a diferencia de ti, a mí se me ahorró la angustia de preguntarme cuál era la motivación de mis padres al nombrar a Damian como mi tutor.


Era imposible pasar por alto la aspereza en la voz de Pedro, y Paula no supo cómo
responder a ella. Tras un silencio que amenazaba con durar una eternidad, él volvió a
hablar:
—Tenía diez años cuando aconteció el accidente. Era lo bastante mayor como para saber que mis padres no eran perfectos, o que ni siquiera se parecían a los de mis compañeros de clase, ya que ninguno se ofrecía voluntario para realizar alguna tarea en la escuela. Como adulto, puedo mirar atrás y reconocer que no tuvieron un matrimonio feliz, pero me es imposible afirmar que permanecieron juntos por algo tan noble como darme una infancia estable. Fueron las ambiciones profesionales de mi padre y su éxito financiero lo que los mantuvo unidos. Nada más. En cierto sentido, su muerte durante una recepción de la empresa fue un modo extraño, pero adecuado de partir. Lo irónico es que probablemente lo mejor que hicieron jamás por mí fue usarme como medio para acercarse a Damian, porque para mí él es más padre que lo que ninguno de ellos fue capaz de ser. Las historias de que nuestros padres competían entre sí siempre me han parecido plausibles, porque sé exactamente qué tipo de hombre era mi padre. No sé cómo era el tuyo, de modo que no puedo aventurar sus motivos; quizá no quería que el mío tuviera una ventaja sobre él; quizá hacer que Damian fuera tu padrino surgió por algún motivo sincero. No lo sé. Pero sí sé que los dos hemos sido muy afortunados por tener a Damian, Pau —ella sonrió. No era necesaria ninguna respuesta verbal—. La contestación a tu pregunta original, que es hipotética, ya que no tengo intención de tener hijos, es no. No usaría a mis hijos para progresar en mi carrera. Como tampoco me casaría por conveniencia para conseguir un ascenso. Y eso... —sonrió— ...me obliga a señalar que si Ivan Carey hubiera tenido una disposición similar, no nos hallaríamos en este aprieto.


Aliviada al oír que la amargura se había evaporado de su voz, estaba más que dispuesta a evitar sondear más su pasado y a centrarse en sus problemas presentes.


—Aunque tú tengas razón y yo me equivoque en la fecha de regreso de Ivan a Sydney, ¿cómo puedes esquivar ir al hotel? Mulligan va a insistir en reunirse contigo allí para disponer de la ventaja de ser local.


—Esa es la parte del plan que aún estoy meditando. Es nuestra mala suerte que Carey
no aprovechara el descuento a los empleados y fuera a uno de nuestros hoteles.


—¿Por qué no llamamos a Damian para que compruebe cuánto tiempo se quedará Ivan
aquí? —sugirió ella.


—Los únicos teléfonos conectados con el continente están en el ático de Mulligan y en la oficina principal del hotel. No puedo correr el riesgo de que me oiga explicarle a Damian por qué quiero saberlo.


—Podemos probar con el móvil.


—Lo intenté cuando llamé para pedir que vinieras. Apenas tiene cobertura.


—No puede ser tan mala. Después de todo, estoy aquí.


—Sí... —la miró un largo rato—. Pero lo atribuyo a mi cuota anual de buena suerte —ella sintió una súbita timidez y se forzó a soltar una risa incrédula—. Hablo en serio, Pau.


El pulso se le aceleró; alzó la taza vacía y fingió beber un trago de café, sólo para romper el contacto visual sin que resultara demasiado evidente. Buscó desesperada algo impersonal que decir para llenar el silencio. Al no encontrar nada, comenzó a urdir una excusa factible para levantarse y marcharse. Se la dio un ignominioso crujido del estómago.


—No digas nada —advirtió cuando Pedro enarcó una ceja con gesto divertido.


—Eh... yo no hice ningún ruido.


—Voy a pedir el desayuno —se incorporó—. ¿Quieres algo especial?


—Bueno, eso depende, Paula —repuso, al tiempo que realizaba una lenta evaluación de su cuerpo antes de volver a mirarla a los ojos—. ¿Tu pregunta se refiere al desayuno o es algo... más general?


—¡Al desayuno! —esperó no tener la cara colorada. ¿Por qué de repente su mente
empezaba a darle a cada comentario inocente un matiz sexual? Comprendió que él había preguntado algo y le pidió que lo repitiera, ya que no había oído nada.


—He dicho que, como sólo te estás ofreciendo a pedir el desayuno, me tendré que conformar con algo aburrido, como fruta, café y beicon con huevos.


Su risita la siguió hasta el interior de la cabaña, aunque retuvo en la cabeza el tono seductor de su respuesta inicial durante mucho más tiempo.




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