viernes, 5 de junio de 2020

MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 28





Pedro dejó a un lado la propuesta de compra que había estado intentando estudiar en cuanto oyó una llamada a la puerta y a Pau yendo a abrirla. Entró en la cabaña justo cuando ella empujaba un carrito con platos cubiertos en dirección a la cocina.


—Justo a tiempo —comentó, levantando las tapas—. Me estoy muriendo de hambre. ¿Qué...? —calló con expresión de desagrado y observó a la sonriente rubia que aún no había visto el contenido de la bandeja—. No te entusiasmes demasiado —le advirtió—. ¡Todo está crudo!


—Lo sé —indicó ella con expresión radiante—. Lo pedí así.


—¿Qué?


—Cuando llamé, preguntaron si lo quería hecho o crudo. Dije...


—Adivino lo que dijiste, Pau. ¿Lo que quiero saber es por qué?


—Para poder prepararlo yo, desde luego.


—Oh, Dios —fue una auténtica plegaria para una intervención divina.


—Al principio no imaginaba por qué la cocina era tan completa —continuó ella—. Pero al
parecer sir Frank ha tenido esta idea fabulosa para la gente que considera que cocinar es una actividad de recreo y a la que, como a mí, le encantaría hacerlo durante su estancia.


Pedro no le cabía ninguna duda de que a Pau le gustaría cocinar en cualquier parte, pero la verdad era que no podía. Y sin descartar que cocinar podía ser una actividad de recreo para algunas personas, él, y probablemente todos los gobiernos extranjeros, habrían clasificado sus esfuerzos como experimentos con armas químicas.


—Pau, creo que lo mejor es que pidiéramos nuestras comidas preparadas.


—¿Por qué?


—Hmm... porque representará menos molestias. No tenemos lavavajillas.


—Eso no es problema. Todo vuelve al hotel; después de todo, nadie considera lavar platos una actividad de recreo.


—Pau, cariño... sigue siendo mucho trabajo para ti. De verdad que odio verte ocupada en...


—¡Para ya, Pedro! —estalló enfadada—. No soy estúpida. Tus objeciones se deben a que crees que no sé cocinar, ¿verdad? ¡Vamos, sé sincero! ¿Verdad?


—No —repuso. ¿Quería sinceridad?— No se debe a que crea que no sabes cocinar. Se debe a que sé que no sabes.


—¡Te he dicho que he estado yendo a clases!


—¿A cuántas has asistido?


—Medio semestre.


—¿Cuántas lecciones, Pau?


—¡Cinco, de acuerdo! Asistí a cinco lecciones antes de tener que irme a Perth. Y si no hubiera tenido que viajar, ya casi habría acabado la fase de principiante. Para tu información, mi maestro dijo que yo era una verdadera promesa.


—Lo mismo me dijo mi profesor de ciencias de octavo, y dos años más tarde casi hago volar el laboratorio —repuso Pedro.


—Bueno, si soy tan inútil, mantente alejado de la cocina. ¡Toma! —le empujó un plato con beicon y dos huevos crudos—. No me importa cómo te los comes, si te los llevas al hotel o te los metes por...


—¡Por el amor del cielo, Paula! No es un pecado que una mujer no sepa cocinar. ¿Por qué volverte loca por hacer algo para lo que no has nacido? ¿Cuál es tu obsesión por demostrar que puedes cocinar? ¿Acaso crees que saber montar un suflé te hará más femenina o atractiva?


—¡Deja mi feminidad en paz! Para tu información, soy feliz con ella. ¡Cuando no lo sea, estudiaré procedimientos de implante de pechos y no libros de cocina!


—¿Qué?


—Y además —agitó un tenedor ante su cara—, no intento probar nada ante nadie. Y menos ante ti, Pedro Alfonso. Disfruto cocinando. Me relaja y hace que me sienta creativa... Pedro dio un paso atrás y permaneció mudo—. Y un día seré tan buena que abriré mi propio restaurante. Y cuando lo haga —entrecerró los ojos con férrea convicción—, voy a contratar al portero más grande y duro, y le daré instrucciones para que no te deje entrar —él no pudo evitar esbozar una leve sonrisa—. ¿Qué es tan gracioso? —demandó Pau.


—Un restaurante, ¿eh? Bueno, sí, supongo que es posible...


—¿De verdad? —la expresión de ella se animó en el acto.


—Mmm. Por supuesto, tendrás que esperar que el portero sea barato... —le guiñó un ojo—. Porque, cariño, con tu fama el seguro te comerá todos los beneficios.


Dominada por el dolor y la furia, empujó el carrito en su dirección y salió de la cabaña mientras él saltaba sobre una pierna y se agarraba la otra, maldiciendo.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario