martes, 2 de junio de 2020

MAS QUE AMIGOS: CAPITULO 18




El plato principal apareció y desapareció en una atmósfera cargada de mentiras y al parecer de inagotables botellas de champán. A medida que éste se apoderaba más de sir Frank, menos inclinado se sintió el hombre mayor a alzar la vista del escote de su esposa o a notar que ella cada vez se aproximaba más a Pedro. Cualquier intento por centrar su mente en los negocios era descartado con comentarios como: «Dejemos eso para la oficina» o «Mi Rebeca se angustia cuando antepongo los negocios a ella».


Paula estaba a favor de cualquier cosa que angustiara a «su Victoria»; que había acercado la silla hasta el punto en que podía jugar con los pies de Pedro. Lo sabía porque unos momentos antes tuvo la sorprendente, pero satisfactoria experiencia de interceptar un pie descalzo femenino con el tacón del zapato. Por supuesto, en una actuación inspirada, se había disculpado con efusividad ante el grito de dolor de Rebeca, aduciendo que había intentado eliminar un calambre.


—Es evidente que tienes mala circulación —había dicho la otra con ojos cargados de odio—. Deberías tomar más sal —esbozó una sonrisa malvada—. Aunque a tu edad podría ser síntoma de algo más insidioso.


—¿Oh? Siempre pensé que la sal era perniciosa. No es que dude de ti, lady Mulligan —añadió—. Sé que con tu edad y experiencia superiores eres mucho más experta que yo en el tema de la circulación —claro que esa respuesta le había hecho merecer una mirada severa de Pedro.


—¿Sabes, Frank? —comentó Rebeca, llenando la copa de champán de su marido, aunque
quedó medio vacía antes de que la botella volviera a la cubitera—. Debemos organizar
salir a navegar con Pedro mientras esté aquí. Es evidente que ama el mar, y nosotros no
aprovechamos demasiado el barco.


—Eso es porque estoy demasiado ocupado en la oficina, cariño —fue la pastosa respuesta de su marido. Movió las cejas—. Y cuando no es ese el caso, ambos estamos ocupados, ¿eh?


Paula ni siquiera fue capaz de plantar una sonrisa en su cara cuando el anciano le dio en las costillas, al tiempo que fracasaba en guiñar un ojo. Bajo ningún concepto era puritana, pero cualquier oportunidad de hablar de negocios se había deteriorado en proporción directa con la capacidad de sir Frank de controlar lo que bebía o a su coqueta esposa. No paraba de esperar que Pedro pusiera fin a la velada, pero por lo que podía ver no parecía perturbado por la futilidad de la cena, aunque en los últimos veinte minutos le había lanzado miradas de petición de ayuda.


Pero no tenía ni idea de cómo esperaba que lo hiciera. Como Rebeca aún no había llegado a la fase de subirse a su regazo y arrancarle la ropa, en ese punto, y a pesar de lo atractivo que resultaría, tirarle la cubitera a la cabeza sería considerado un acto de agresión. A menos...





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