jueves, 25 de junio de 2020

A TODO RIESGO: CAPITULO 34




—Gemelos. Qué bonitos son —exclamó Paula viendo las fotografías que le estaba enseñando Alicia Leaderman—. ¿Qué edad tienen?


—Seis años. Ya están en primer curso. Me habría gustado tener más, pero Billy pisó el freno. Dijo que nos exponíamos a que la próxima vez tuviéramos trillizos, y que entonces ya no tendríamos suficiente dinero para alimentarlos.


—Vais tan adelantados que casi siento vergüenza al compararme con vosotras —repuso Paula, bromeando—.Ya tenéis dos críos en el colegio y yo ni siquiera estoy casada.


—Tú siempre has sido demasiado formal para interesarte por los romances, Paula.


Así era como la veían. Y quizá tuvieran razón. El único hombre con quien se había relacionado en serio era Joaquin, y a la primera señal de problemas había roto definitivamente con él. Se volvió hacia una de sus antiguas compañeras de clase, que acababa de unirse al grupo:
—¿Y tú, Dorothy? Siempre decías que tú nunca te casarías. Que serías doctora y que te dedicarías a ganar dinero.


—Dios mío, ¿te acuerdas de eso?


—Todas nos acordamos —pronunció el resto a coro, riendo.


—Pues estoy muy, pero que muy casada. Y en lugar de la Medicina, me he dedicado a las bibliotecas. Andres es agente inmobiliario; fue así como nos conocimos. Mis padres invirtieron en un apartamento playero para incrementar su renta de jubilación, y yo invertí en Andres.


Paula se volvió para buscar a Andres con la mirada, pero fue a Pedro a quien encontró. 


Estaba charlando y riendo como si conociera a toda aquella gente de toda la vida. 


Probablemente se alegraba de haber salido a socializar con alguien que no fuera ella.


—Bueno, ¿y tú cómo conociste a ese macizo? —le preguntó Alicia.


—Éramos compañeros de estudios en Auburn —mintió a su pesar. Por mucha práctica que fuera adquiriendo, nunca llegaría a ser tan buena en ese terreno como Pedro.


—No lo había vuelto a ver desde la universidad —terció Paloma—, y de repente va y se aparece en su vida la semana pasada. Al principio ni siquiera se reconocieron, ¿os lo podéis creer? Y ahora la mira tan embobado como mi Tomas el yate que anda queriendo comprarse.


—¿Qué piensa él de que seas madre de alquiler? —le preguntó Alicia.


—No hemos hablado mucho de ello. No tiene sentido hacerlo a estas alturas. Ya está hecho.


—Creo que ninguna amiga sería capaz de sacrificarse tanto por mí —comentó Dorothy.


—En este grupo desde luego que no —replicaron las demás, riendo a carcajadas.


—No me puedo imaginar cómo seria dar a luz a un niño y luego volver a casa con las manos vacías —pronunció Dorothy, con la mirada en el abultado vientre de Paula—. Espero que la madre sea consciente del cariño con que estás haciendo todo esto.


Aquellas palabras le desgarraron el corazón a Paula, pero se las arregló para disimularlo.


—Bueno, que empiece ya la fiesta —anunció Paloma—. Saquemos a los hombres a la terraza para bailar un poco.


—Eso, y yo quiero bailar con el novio de Paula —añadió Alicia—.Ya ni me acuerdo de la última vez que abracé un cuerpo tan duro y sólido como ese…


Mientras la conversación girara en torno a cualquier tema que no fuera su embarazo, Paula podría reírse a placer con ellas. 


Relajarse, disfrutar. Olvidarse de que había un asesino acechando fuera, tal vez oculto en las dunas, esperando su oportunidad para matarla.




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