jueves, 18 de junio de 2020
A TODO RIESGO: CAPITULO 10
Tan pronto como entró en El Palo del Pelícano, comprendió que alguien había estado allí durante su ausencia. Eran pequeños detalles, en apariencia insignificantes. La alfombrilla de la puerta trasera estaba arrugada, en vez de estar lisa y bien colocada. Ella siempre metía las sillas debajo la mesa cuando se levantaba, pero una de ellas estaba separada. Al principio experimentó un estremecimiento de verdadero terror, pero luego, aspirando profundamente, repasó las diferentes posibilidades. El ama de llaves tenía una llave.
Lo más probable era que se hubiera pasado por la casa para terminar de limpiar algo que le había quedado pendiente antes de que ella llegara. Sí, eso tenía que ser.
Ya más tranquila, llamó por teléfono a Florencia Shelby. Mientras esperaba a que respondiera, tomó un cuchillo de carnicero del mostrador, preguntándose si se atrevería a usarlo en caso de que apareciera un extraño con malas intenciones. Un hombre que estuviera al acecho, observando y esperando, quizá en aquel preciso momento. Un hombre como Pedro Alfonso.
—Hola.
—Hola, Florencia, soy Paula.
—Pareces preocupada. ¿Sucede algo malo?
—No —se esforzó para que no le temblara la voz—. He estado fuera un rato y tengo la sensación de que alguien ha estado en casa mientras tanto. Solo me estaba preguntando si habías sido tú.
—Pues no. ¿Echas algo en falta?
—No, nada. ¿Sabes si alguien más tienes las llaves de esta casa?
—Oh, cariño, ya sabes cómo era tu abuela. No me sorprendería que medio pueblo tuviera una llave. Cuando partía para uno de sus viajes, siempre dejaba la casa a cualquier pariente de la gente del pueblo. Esa mujer era una de las personas más generosas que he conocido nunca. Pero eso tú ya lo sabes. No tengo que decirte nada.
—¿Alguien se ha quedado aquí desde que falleció la abuela?
—No, que yo sepa. He estado cuidando de la casa como te prometí, pero no iba todos los días. No le he dicho a nadie que podía usarla, eso seguro. Jamás habría hecho algo parecido sin tu consentimiento.
—De eso estoy convencida. Solo me inquieté un poco al descubrir que alguien había estado aquí.
—No sé nada de eso, cariño. Probablemente una de las amigas de tu abuela se haya pasado por la casa. Pero si te preocupa, puedo enviarte a Leo. El puede encargarse de revisar toda la casa.
—¿Estás segura de que no le importaría?
—Claro que no. No hace otra cosa que encerrarse en su habitación con la música a todo volumen. ¿Estaba todo bien cuando llegaste? El otro día me lo pasé entero limpiando. Te habría comprado algo de comer, pero no sabía lo que te gustaba.
—Todo está perfectamente. Inmaculadamente limpio, de hecho. Y de camino para acá me detuve en el supermercado para comprar lo más básico.
—De acuerdo. Quédate tranquila, cariño. Leo estará allí en un momento.
Pau se sentía mucho mejor cuando colgó el teléfono, pero aún tenía el cuchillo de carnicero en la mano. Después de mirar a su alrededor, fue al pasillo y se asomó por la escalera exterior.
Había dos pisos de vivienda y arriba una especie de cúpula usada generalmente como trastero y mirador de la magnífica vista del Golfo, hacia el lado oeste. Un enorme caserón con un millón de escondrijos donde ocultarse. A la luz del crepúsculo, El Palo del Pelícano tenía el aspecto de un castillo encantado. Y el silbido del viento y los crujidos de sus pisos de madera daban la impresión de que estaba habitado por una familia entera de fantasmas.
Pero era poco más de mediodía. Y estaba en Orange Beach, no en Nueva Orleans. Aun así, alguien se había metido en la casa, y no descansaría hasta revisar cada habitación para asegurarse de que no tenía huéspedes indeseados. Su pulso había recuperado su ritmo normal pero, con el cuchillo en la mano, decidió salir y esperar fuera la llegada de Leo. Fue entonces cuando descubrió la cesta de galletas caseras en la mesa del desayuno. Florencia debía de haber estado en lo cierto: una de sus amigas se había pasado por casa para darle la bienvenida. De todas formas, no se quedaría del todo tranquila hasta que Leo hubiera echado un vistazo a la casa.
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