viernes, 1 de mayo de 2020

SU HÉROE. CAPÍTULO 4




Alfie logró llevar la botella de agua hasta sus labios para que bebiera. Luego, acurrucada contra él, Paula se lo contó todo. No se preocupó por las palabras que utilizó ni por cómo sonaban. No le importó no haber contado antes a nadie lo sucedido, ni siquiera a sus amigos más cercanos.


¿Por qué no lo había hecho?, se preguntó. ¿Por qué no se lo había dicho a Connie Alexander, por ejemplo?


Connie le había presentado a Benjamin Deveson, del que se consideraba amiga, de manera que aquel debía ser el motivo por el que no se había animado a decirle nada. No le había dicho que a menudo sentía que la mujer comprometida con Benjamin y embarazada de él no era realmente ella, que sentía que había dos Paula, una, la que se mostraba excitada y centrada organizando los preparativos de la boda, y otra, la que observaba todo aquello en silencio, gritando por dentro.


¿Cuál de las dos Paula era la real?


Paula hizo aquella pregunta a un completo desconocido y no se cuestionó qué estaba traicionando al hacerlo.


A fin de cuentas, ¿quién sabía si iban a sobrevivir el tiempo suficiente como para volver a hablar con otro ser humano? Aquel hombre grande de voz grave y tierna era todo lo que le importaba en aquellos momentos. Amargas verdades, remordimientos exagerados, oscuros temores. Todo estaba apilado y oculto en su corazón y en su mente, y todo surgió a borbotones.


Pero su pánico y su terror a perder al bebé resultaban irónicos, porque Benjamin no quería tenerlo. Y eso era lo que más le dolía. No había dejado de pensar en ello toda la semana, desde que se lo había contado pocas horas después de hacerse la prueba.


Paula vio en su mente el rostro de su prometido con tanta claridad que casi pudo tocarlo.


—Debería haberlo sabido —dijo—. Al menos debería haber intuido que Benjamin iba a reaccionar de esa forma, porque no se lo dije cuando me vinieron las primeras sospechas. Solo se lo dije después de hacerme la prueba y confirmar que era cierto. Entonces...


Paula recordaba las palabras exactas de Benjamin.


—¡Dios santo! —había exclamado—. ¿Cómo has podido permitir que pasara? Me habías dicho que estabas utilizando algo.


—Sé que es un poco antes de lo que habíamos planeado...


—¡Desde luego que sí! Habíamos hablado de esperar tres o cuatro años, de disfrutar antes de la vida.


—Supongo que habrá que adaptarse un poco, pero... Oh, Benjamin, hemos hecho un bebé. ¿No te parece un milagro?


Con retraso, Benjamin adoptó la sonrisa adecuada, el tono adecuado, y dijo las palabras que Paula esperaba escuchar desde el principio. Sí, era un milagro. Sí, por supuesto que era feliz. Solo tendrían que acostumbrarse. Era importante planear las cosas, y ella debería saberlo, pero por supuesto que se sentía feliz

.
—Y lo dijo todo con el mismo tono que utiliza cuando me dice lo bien que lo hemos pasado en la cama.


Solo que no se lo pasaban bien en la cama, y así se lo hizo saber a Alfie. Le contó lo decepcionante que siempre resultaba para ella, y que desde el principio no se había sentido preparada para acostarse con Benjamin.


—Pero las cosas se fueron poniendo más y más serias —continuó—, y parecía que Benjamin tenía derecho a esperarlo, sobre todo desde que nos comprometimos. Formaba parte del paquete. Yo no dejaba de decirme que la cosa mejoraría, que debía seguir intentándolo. Debería haberme dado cuenta de que no... —se interrumpió y luego continuó precipitadamente—. No, por supuesto que lo amo. Pero nadie es perfecto. A fin de cuentas, este es el mundo real.


Pero aquello era algo que la Paula silenciosa, la Paula que gritaba por dentro, no parecía comprender.


—Es buena persona y... vamos a casarnos dentro de cinco días. ¡Quiero casarme! Quiero tener una familia. Quiero tenerla. ¿Pero cómo pudo mirarme de aquella manera cuando le dije que iba a tener un bebé? ¡Oh, el bebé!


Gimió desconsoladamente.




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