lunes, 11 de mayo de 2020

SU HÉROE. CAPÍTULO 39




¿Por qué lo he dicho?», se preguntó Paula. « ¿Por qué?» Ni siquiera era cierto.


Hasta que ella y Pedro se habían sentado a cenar, había estado totalmente centrada en seguir las instrucciones de su padre.


—Pásalo bien, pero asegúrate de hablar con todo el mundo antes de hacerlo.


Hasta que no se había quedado sin gente que saludar no se había dada cuenta de que Pedro ya no estaba a su lado. Era una locura, pero lo echaba de menos. Mientras el resto de los invitados no paraban de parlotear, su silencio vigilante resultaba apaciguador, reconfortante. Y aunque su actitud apenas cambió mientras cenaban, no le importó en lo más mínimo que apenas hablara.


Y entonces, cuando sus platos quedaron vacíos y Pedro no había dicho aún más que un par de trivialidades que, juzgando por su oscura expresión, él mismo debía considerar un irritante malgasto de su precioso aliento, había estado segura de que iba a retirarse de nuevo a un extremo del salón a observarla.


Pero, en lugar de ello, lo que hizo fue pedirle que bailara con él y ella fue incapaz de no decirle la verdad. Era cierto que había temido que no fuera a pedírselo.


De hecho, estaba deseando que se lo pidiera.


Y parecía un milagro que lo hubiera hecho.


Avanzaron torpemente hacia la pista de baile. 


Paula pensó que ella tenía una buena excusa para parecer torpe, ¿pero cuál era la de Pedro? Probablemente no quería bailar con ella. Solo estaba siendo educado y...


Uno de los brazos de Pedro, pesado y cálido, rodeó los hombros desnudos de Paula a la vez que apoyaba la otra mano en la parte baja de su espalda. Instintivamente, ella se apoyó contra su pecho.


—Paula...


—No hables. Me he pasado media noche hablando.


—De acuerdo.


Paula sintió que Pedro apoyaba la barbilla en su pelo.


Era el único lugar del mundo en que quería estar, y no pudo creer la velocidad con que llegó la media noche. El cantante del grupo terminó una lenta canción de amor y dijo:
—Ha llegado la hora de la cuenta atrás, amigos. Ya no hay tiempo para discursos largos. Así que, diez, nueve, ocho...


Paula apartó la mejilla de su cómoda posición sobre la camisa de Pedro y parpadeó.


—No voy a besarte —dijo él de repente.


—No.


Paula lo miró a los ojos. No sabía qué estaba pensando, aparte de que había decidido no besarla. Lo que significaba que no tenía sentido que sus labios hubieran adquirido la forma ideal para hacer precisamente aquello.


—Cuatro, tres, dos...


—Voy a hacerlo —dijo Pedro —. Voy a hacerlo.


—Sí —¡Aquella idea era mucho mejor!


—¡Feliz Año Nuevo! —exclamó el cantante.


—Lo siento —murmuró Pedro —. Lo...


—¡Por favor! ¡Oh, por favor!


La boca de Pedro tocó la de Paula. Permaneció allí un momento y enseguida la apartó. Un sonido de protesta escapó de la garganta de ella.


—Voy a llevarte a casa —dijo él.


—No.


—Soy asesor de seguridad de la empresa —dijo Pedro, tenso—. No puedo hacer esto con toda la directiva mirando. Voy a llevarte a casa.


—¿Dónde no habrá nadie mirando mientras me besas?


—No me refería a eso.


—Ya lo sé. Pero habría estado bien.


—No voy a hacerte el amor, Paula. Lo deseo. Lo he deseado desde la primera vez que sostuve tu cuerpo contra el mío, hace siete meses, pero hay demasiadas razones para no hacerlo.


—Quiero oírlas.


—Ya las conoces.


—Recuérdamelas. Debo haber olvidado toda esta noche, porque lo único que quiero es que me hagas el amor.


—Hacer el amor no es fácil.


—Es lo más fácil del mundo. Cierras los ojos, acaricias y te dejas acariciar y sucede. Eso es lo que quiero —Paula deslizó su boca lenta y deliberadamente por la de Pedro.


—Podrías conseguirlo —murmuró él —. y eso es lo que tratas de probar, sigue presionándome y lo conseguirás todo.


—Sí...


—Pero quiero que me digas que no, Paula. Piensa en ello seriamente y luego dime que no.


—No voy a hacerlo.


—Necesitas un hombre que vaya a permanecer a tu lado, que pueda amarte más que nada en el mundo, y ese hombre no soy yo. No tengo lo necesario para ser ese hombre. Ahora no. Todavía no. No después de Barby y no tal y como es tu vida ahora mismo.


No mencionó al bebé de Benjamin, pero no hacía falta que lo hiciera. Paula sabía que era a aquello a lo que se refería.


—Puede que nunca llegue a tenerlo —continuó él—. Si quieres la verdad, esa fue  probablemente la razón principal por la que no me puse en contacto contigo hace siete meses, cuando habría sido tan fácil. ¿Cuánto te odiarías a ti misma y cuánto perjudicarías el futuro de tu bebé si me dejaras entrar en tu cama esta noche?


A pesar de todo, tuvo que entrar en casa de Paula.




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