jueves, 7 de mayo de 2020

SU HÉROE. CAPÍTULO 24




—Bonito gimnasio —dijo Pedro mientras miraba las inmaculadas puertas de entrada y el limpísimo cartel que proclamaba que aquel era el Cedarwood Athletic Club.


—Tiene todo lo que buscaba cuando me hice socia —dijo Paula—. Y luego descubrí que también imparten una estupenda clase de ejercicios preparto. —¿Tienen un buen sistema de seguridad?


—Sí. Hay que enseñar el pase en la entrada y lleva una foto.


—¿Puedes esperar un momento en el coche? Tengo que comprobar algo.


—Por supuesto.


Paula observó a Pedro mientras subía las escaleras. Vestía unos pantalones color arena y un grueso jersey negro con una chaqueta igualmente gruesa encima. La ropa enfatizaba la sólida longitud de sus piernas y la anchura de sus hombros.


Todo estaba resultando bastante más fácil de lo que había esperado Paula, sobre todo después de las emocionales revelaciones que le había hecho Pedro el día anterior. Tal vez su charla los había liberado de cierta presión. Lo cierto era que ella se sentía mejor, y hacía meses que no tenía una visión tan positiva de las cosas.


También había empezado a comprobar lo importante que era para Pedro su trabajo y cómo se estimulaba su mente a la hora de resolver problemas.


Cuando había llegado aquella tarde a su despacho no había perdido tiempo dándole plática. En lugar de ello se habían centrado de inmediato en lo que tenían entre manos.Paula estaba acostumbrada a aquello.


Pedro estaba satisfecho con las medidas de seguridad que había en su trabajo, y acordaron que Paula utilizaría por turnos diversos coches de la empresa hasta que fuera detenido el hombre que había rajado las ruedas del suyo.


Después habían ido al gimnasio. Paula podía verlo a través de los cristales tintados de la entrada, de pie frente al escritorio de recepción, hablando con una sonriente recepcionista. Al parecer, la conversación estaba resultando satisfactoria para ambas partes. La secretaria asentía y señalaba con creciente energía. 


Escribió algo en el ordenador, escuchó atentamente a Pedro cuando este le habló y luego le entregó algo. Paula no pudo ver de qué se trataba.


Pedro dijo algo con lo que se ganó una sonrisa y luego salió. Pero cuando llegó al coche su expresión era más seria.


—Tengo un pase de visitante para ver las instalaciones. Qué suerte, ¿no? —Dijo con ironía—. A Vanesa, la recepcionista, le ha encantado la idea de que vaya a apuntarme al gimnasio.


Paula captó el asunto de inmediato.


—Y eso no es bueno, ¿verdad?


—No, no lo es. He tenido que enseñar una foto para identificarme, pero, básicamente, lo que ha visto ha sido un potencial cliente amable y bien vestido. Podría haber sido cualquiera. Puede que nuestro sospechoso fantasma ya sea miembro de este club.


—No hagas que deje de venir —dijo Paula de inmediato, a la defensiva—. Me encanta mi clase, y he hecho un par de buenas amigas que también salen de cuentas a finales de enero. Pensamos mantenernos en contacto y quedar para que nuestros pequeños jueguen juntos.


—No voy a impedir que vengas.


—Gracias.


—Vamos a pasar. Puedes enseñarme la piscina y la sala en que tomas las clases —mientras subían las escaleras, Pedro añadió—. Hablaré con el encargado de seguridad del gimnasio y le diré que has tenido problemas. Comprobaré sus cámaras y sus procedimientos de respuesta ante los incidentes. Por cierto, no debemos olvidar que el sospechoso podría ser una «sospechosa», o una pareja. Es evidente que tratan de intimidarte, de manera que existe la posibilidad de que se produzca un enfrentamiento. Por ejemplo en el vestuario, en algún momento de tu rutina diaria en que resultes vulnerable.


—¿Te refieres a cuando me cambio, o cuando acabo de salir de la ducha desnuda?


—Sí —dijo Pedro, y estuvo a punto de atragantarse.




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