domingo, 3 de mayo de 2020

SU HÉROE. CAPÍTULO 13




Las cartas. Eileen le había dicho que quería que firmara unas cartas.


Sin saber muy bien si suspirar o maldecir, Paula optó por un gruñido de fatiga y frustración mientras volvía sobre sus pasos. Cruzó la pequeña plaza que había entre el edificio Chaves y el parking y volvió a entrar por las puertas giratorias.


Acababa de cruzarlas cuando vio una figura masculina con un traje oscuro en medio de su camino hacia los ascensores. Probablemente no se habría fijado más en él si él no se hubiera detenido en seco y se hubiera quedado paralizado como un animal salvaje atrapado por las luces de un coche.


Aquello llamó su atención, y de pronto reconoció aquel rostro.


—¡Alfie! —exclamó—. ¡Dios santo, Alfie! ¿Qué haces aquí?


Avanzó hacia él sin pararse un momento a pensar en su reacción. Se detuvo lo suficientemente cerca como para apoyar una mano en su manga y mirarlo, sonriente. El frente del vestido de premamá que llevaba puesto casi rozó la chaqueta de su traje.


—Hola, Paula —murmuró él.


—¡Cuánto me alegro de verte! ¿Me estabas buscando?


Con su traje gris carbón, Alfie parecía tan grande y fuerte como había intuido que era. Sus ojos y su pelo eran oscuros. Su nariz no era especialmente recta. A su modo agreste y rudo, era increíblemente atractivo, como había supuesto. Pero el lenguaje de su cuerpo revelaba que no se encontraba tan alborozado como ella por su encuentro.


En lugar de ello, daba la sensación de estar a punto de dar un paso atrás. Parecía horrorizado, culpabilizado. Llevaba una etiqueta en la solapa en la que se leía Pedro Alfonso, Alfonso Security Systems.


Paula había visto hombres con aquel distintivo por el edificio últimamente. Sabía que su padre había contratado a aquella empresa porque había sido compañero de armas del padre de su director. También sabía que tenía una reunión con su padre y Pedro Alfonso el lunes por la tarde para hablar del asunto de su seguridad. Lo que no había sabido durante todo aquel tiempo era que Pedro Alfonso y el hombre con el que se había visto atrapada en el derrumbamiento eran la misma persona.


Pero él sí lo había sabido. Alfie... Pedro había estado tan cerca de ella todo aquel tiempo que podría haberla tocado solo con alargar la mano.


—Te envié una carta —dijo, y apenas pudo controlar su voz.


—No la recibí.


—Dijiste que solo estabas visitando la obra. Supuse que aquello no estaba relacionado en lo más mínimo conmigo, y ahora descubro que durante todo este tiempo me has estado espiando por esos modernos monitores de seguridad.


—No lo he hecho —contestó Pedro de inmediato—. En serio —se frotó la parte trasera del cuello, incómodo—. Te he visto alguna vez de refilón. Eso es todo.


—¿Todo? Es más que suficiente, ¿no te parece?


—¿Más que suficiente para qué?


—Seguro que sabes que cancelé mi boda con Benjamin, y que luego él se fue del país. ¡Dios santo, lo sabes todo! Y sin embargo, en ningún momento se te ocurrió que yo pudiera necesitar alguna... conclusión para aquella noche. Fue a ti a quien conté mi vida; fuiste tú el que me dijo que no me casara con Benjamin. Respeté tus deseos después de aquella noche, pero no tenía ni idea de que estuvieras tan cerca de mí. En lugar de ello, he estado...


Paula se interrumpió y parpadeó para reprimir las lágrimas que ardían en sus ojos, furiosa consigo misma. Porque, bajo su enfado, sus sentidos se habían visto repentinamente poseídos por los recuerdos de las sensaciones que había experimentado estando junto a Pedro. Su calor, su peso, su sabor, la presión de sus labios...


—...aferrándome a ese recuerdo —continuó con dificultad —, porque era lo más limpio, sencillo y reconfortante que me ha sucedido en este año. Porque pensaba que te preocupaba cómo pudiera sentirme después; porque me dijiste que no me casara con Benjamin como si realmente te importara. Pero en realidad lo único que estabas haciendo era proteger tu propio trasero, ¿verdad?, tratar de ocultarte de la culpabilidad que mencionaste. ¿O acaso era porque temías perder tu trabajo? ¡Esto apesta!


—Tienes razón —dijo él finalmente, en voz baja. 


Paula había sacado un pañuelo de papel de su bolso y se estaba frotando los ojos. Pedro tuvo la profunda y desagradable impresión de que no haberse puesto en contacto con ella durante aquellos meses había sido uno de los peores errores de su vida. Pero no había sentido lo mismo antes. Había creído honestamente que era necesario, que era lo mejor que podía hacer. 


Por él mismo y por ella. Pero al verla cara a cara comprendió que se había equivocado.


—Apesta —continuó—. Sabía que volveríamos a encontrarnos, Paula, pero no quería que fuera así. Créeme, por favor. No estaba seguro de lo que pudo significar aquella noche para ti. No tiene nada que ver con mi trabajo. Solo trataba de darte un poco de...




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