domingo, 3 de mayo de 2020

SU HÉROE. CAPÍTULO 12




—La señorita Chaves se va de la oficina.


—Menudo par de piernas tiene.


Pedro, que acababa de asomarse al centro de seguridad, apretó los dientes ante los comentarios de los dos guardias de seguridad. 


Echó un vistazo a las pantallas de los monitores de seguridad y apartó la mirada rápidamente.


Sí, era Paula la que aparecía en uno de ellos. 


No era la primera vez que la veía en los seis meses transcurridos desde el accidente. Su padre había empleado a Alfonso Security Systems muy a menudo aquel año, y Pedro estaba revisando en aquellos momentos la seguridad de todo el edificio. Solo había necesitado un par de reuniones con el padre de Paula para saber lo que se necesitaba, y en ambas ocasiones se las había arreglado para evitar encontrarse con Paula en persona. Solo la había visto en los monitores.


Pero en vista de las cartas amenazadoras que había recibido su hija a lo largo de las pasadas semanas, Otis Chaves tenía una nueva propuesta para él. Había previsto una entrevista a la que asistirían los tres el lunes por la tarde.


Pedro no sabía qué hacer. ¿Debía tratar de ver antes a Paula para dejar definitivamente enterrados los fantasmas de aquella noche? ¿O era demasiado presuntuoso por su parte pensar que hubiera algún fantasma que enterrar? 


Paula había tenido que enfrentarse a muchos problemas desde su encuentro. Tal vez era mera arrogancia por su parte creer que aún pensaba en él.


Era arrogancia. Tenía que serlo. Y no quería que ella recordara lo sucedido con tanta claridad como él. De hecho, él habría querido poder olvidar su fuerza y su vulnerabilidad, su risa, su forma de llorar... ¿Qué podían ofrecerse el uno al otro? Nada.


«No pienses en ello hasta el lunes», se dijo. «No pienses».


El monitor número uno mostró la imagen de la cámara ocho, localizada en el ascensor B, y allí estaba Paula de nuevo. La imagen en blanco y negro y el ángulo de la cámara recordaron a Pedro cómo la había visto mientras estaban en la zanja. ¿Lo reconocería ella si volviera a verlo? 


No lo sabía.


Los guardias de seguridad siguieron con sus comentarios. No habían oído entrar a Pedro, que seguía en el umbral, con una mano apoyada en el quicio de la puerta, pensativo.


—Aquí viene.


—Sí. ¿Ves lo que te digo de la cámara dos? Sin duda alguna, lo que más me va son las piernas.


—Dejadlo ya, amigos —finalmente, Pedro entró en la habitación para recoger su chaqueta y su maletín. Había estado allí trabajando casi todo el día, pero había tenido que ponerse el traje para asistir después de comer a una reunión relacionada con su trabajo.


Ambos hombres se volvieron en sus sillas al oírlo.


—¿Qué? —preguntaron al unísono.


—He dicho que lo dejéis ya. Espiar a la hija del jefe es la mejor manera de conseguir que os despidan, ¿no os parece?


—De acuerdo, señor Alfonso.


—Era solo un comentario.


—He oído decir que es una mujer muy agradable.


—Lo es —dijo Pedro, nuevamente distraído por los monitores.


Paula estaba cruzando el vestíbulo. Un momento después saldría del edificio por la puerta giratoria y se verían el lunes.


Era absurdo pensar en cualquier otra cosa después de tanto tiempo.


Pedro recogió sus cosas, se despidió de los guardias y salió. Era tarde y quería ir a casa a ver a sus hijos.



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