viernes, 22 de mayo de 2020

MI DESTINO: CAPITULO 22





Al día siguiente, cuando llegó al hotel intentó huir de él, pero al final pasó lo inevitable: se encontró con un Pedro con cara de pocos amigos.


Una vez que sus miradas se cruzaron, con paso firme se encaminó al cuarto de personal para cambiarse de ropa, pero, antes de poder entrar, una mano la sujetó.


Sin mirarlo supo que era él y, tras meterse con ella en el cuartito, cerró la puerta y preguntó:
—¿Te encuentras bien?


—¿Estás loco? ¿Alguien puede entrar? —soltó alarmada.


—¿Te encuentras bien? —repitió sin cambiar su gesto.


—Sí. Y haz el favor de salir de aquí antes de que...


—Estaba preocupado. Te llamé mil veces y no me lo cogiste —la cortó mientras le tocaba el óvalo de la cara—. Pregunté por ti a tu amiga Tamara y me comentó que estabas enferma y...


—Oh, qué honor... ¡Gracias por preguntar por mí!


Sin entender a qué se debía aquella mala contestación, frunció el ceño e insistió:
—¿Se puede saber qué te ocurre?


Su tono de voz cambió, y Paula, dispuesta a aclarar sus dudas, preguntó de sopetón:
—¿Qué hay entre Agustina y tú?


Incrédulo por la pregunta, sin quitarle el ojo de encima musitó:
—A qué viene eso...


—Os vi salir anteayer con vuestros respectivos padres —aclaró separándose de él—. Vi cómo os mirabais y cómo ella te colocaba la corbata. ¿Qué hay entre vosotros?


Pedro dio un paso hacia atrás, incómodo.


—Nada.


—Pero lo hubo, ¿verdad?


Incapaz de mentirle, asintió.


—Sí. Lo hubo.


—¡Joderrrrrrrrrrr!


Pedro, al interpretar sus palabras y su gesto, rápidamente añadió:
—Eso es algo pasado y no debes preocuparte por ello. Hoy por hoy, Agustina es sólo una amiga. Nada más.


Ofuscada, enfadada y celosa perdida como nunca en su vida, asintió.


—Mi turno de trabajo comienza en cinco minutos. Sal de aquí inmediatamente o me vas a meter en un buen lío y ah... ¡Gracias por las rosas! 


Su frialdad no le gustó, pero tenerla frente a él era lo único que le importaba y preguntó:
—¿Nos vemos esta noche?


A Pau aquella proposición le gustó. Era lo que más le apetecía en el mundo; sin embargo, negando con la cabeza, respondió:
—Esta noche voy con mis amigos al concierto de la Oreja de Van Gogh. —Y con cierto recelo, afirmó—: Yo también tengo planes, como tú los tuviste la otra noche.


—Fue una cena de trabajo. ¿De qué hablas? —Y al ver que ella no contestaba, preguntó con voz ronca—. ¿Qué planes tienes tú?


Mirándolo a los ojos con desafío, prosiguió:
—Ya te lo he dicho. Me piro de concierto con los colegas.


—¿Prefieres un concierto y tus amigotes a estar conmigo?


Prefabricando una cruel sonrisa, Paula asintió y afirmó:
—Por supuesto que sí.


Aquella rotundidad a Pedro le cayó como un jarro de agua fría.


Ninguna mujer había declinado nunca una cita con él y, conteniendo las ganas que tenía de gritar por el desplante de aquella jovencita, siseó:
—De acuerdo.


Temblorosa pero con una apariencia fuerte y descarada, Paula lo miró y preguntó:
—¿Quieres decirme algo más?


Pedro negó con la cabeza. Le encantaría decirle mil cosas. Exigirle que se olvidara de aquellos planes y quedara con él, pero, humillado por su indiferencia y seguridad, no lo hizo. ¡Maldita cría! 


Tras una dura mirada, finalmente se dio la vuelta y se marchó. 


No había que insistir más.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario