miércoles, 8 de abril de 2020

TODO COMENZÓ CON UN BESO: CAPÍTULO 3





Paula


Señor. En realidad iba a seguir adelante con esto. O tal vez no lo haría. Tal vez debería confesar, decírselo, y luego volver allí y decirles a las chicas que se negó, que él no quería un beso.


Pero mientras lo miraba, este guapo extraño con el pelo corto y castaño arenoso, la barba recortada y los ojos azules brillantes, una parte de mí quería seguir adelante con el desafío. 


Pero no fui yo. Esto no era lo que yo era, a pesar del pequeño zumbido que sentí en la toma que había hecho. 


—Escucha—, dije y exhalé.  —Mis amigas me retaron a besar al siguiente que me invitara a una copa. — Levanté la botella de cerveza. 


—Y ese eres tú. — Estaba tan avergonzada ahora mismo, que sentí que mis mejillas se calentaban. —Pero no soy el tipo de chica que besa a extraños, así que volveré y diré que te negaste. 


No dijo nada, sólo tomó su cerveza y se tomó un largo trago de ella, mirándome todo el tiempo. 


No podía explicar su expresión, pero la sentí, literalmente sentí que se movía a través de mí. 


Era como si hubiera tocado cada parte de mí, sus dedos moviéndose a lo largo de mi cuerpo. 


Me salió piel de gallina en los brazos y se me erizaron los pelitos de la nuca.


Estaba a punto de dar la vuelta y volver a la mesa cuando se levantó, se movió alrededor de la mesa hasta donde yo estaba y se detuvo a un pie de mí. Tuve que estirar el cuello hacia atrás solo para mirarlo a la cara.


Estaba claro que hacía ejercicio, pero no era del tipo de rata de gimnasio. No, me di cuenta de que hacía trabajos manuales, podía ver los callos en sus manos, imaginando cómo se sentirían en mi cuerpo. Tal vez hizo construcción o algo así.


Todo lo que sabía era que me hacía sentir muy femenina a su lado. 


—Así que...— Esa palabra se alojó en mi garganta. —Sé que esto es incómodo...— Antes de que pudiera terminar, él extendió la mano y la deslizó por el costado de mi cara, alisó su dedo contra mi pómulo y se inclinó hacia adentro. 


Contuve la respiración cuando sentí que sus labios tocaban los míos. Debí retroceder, detenerlo, pero me encontré cerrando los ojos y apoyándome en él.


Hizo este sonido áspero en la parte posterior de su garganta y acarició su lengua a lo largo de la costura de mis labios, y me abrí para él, corriendo por instinto, necesitando esto como si necesitara respirar.


Deslizó su otra mano alrededor de mi cintura, clavando sus dedos en mi cuerpo, acercándome más. Y cuando sentí que su lengua me presionaba la boca, le abrí al instante.


Nunca me habían besado así, nunca sentí este tipo de deseo. Y juré que mientras nos besábamos durante largos minutos, el mundo se desvanecía, que sólo éramos él y yo.


La sensación de que su lengua se movía a lo largo de la mía me dejó un suave gemido. No podría haberlo detenido aunque quisiera. 


Rompió el beso, sus dedos rozando ligeramente mi piel mientras alejaba su mano de mi cara. 


Pero juré que sentía esos hormigueos en cada zona erógena de mi cuerpo.


La forma en que respiraba debería haberme avergonzado. Era como si hubiera corrido una maratón... o tenido sexo. 


—Soy Paula—, dije, con la voz entrecortada, los ojos cerrados y el corazón acelerado. Lo pude saborear en mi lengua, este sabor agridulce de lúpulo que me daba sed de más. 


—Mírame. — Su voz era baja, tan baja que sólo yo podía oírla. Pero había una orden atada en ella, una que no podía no obedecer.



Y cuando abrí los ojos y miré a los suyos, me perdí en las profundidades azules. Nos miramos fijamente durante largos momentos, y por mucho que quisiera otro beso, me encontré dando un paso atrás. Estaba abrumada, consumida por la necesidad, la pasión... confusión. 


—Lo siento—, susurré, levantando mi mano y tocando mis dedos en mis labios, sintiendo su boca todavía sobre mí. 


—Yo no—, contestó, pero no había suficiencia en su tono. Parecía serio. Parecía tan consumido como yo. 


—Soy Pedro—. Dios, su voz era profunda, tan masculina que involuntariamente enrollé mis dedos en la palma de mi mano, mis uñas pinchándome la piel. Incluso su nombre era todo hombre.


Me mojé los labios, lo probé, deseando otro beso y casi lista para dar ese paso adelante una vez más. 


—Al siguiente lugar—, oí a Franny decir, mucho más cerca de lo que había estado hace unos momentos.


Miré a un lado y vi a las tres chicas paradas allí mirándonos con la boca abierta y los ojos muy abiertos. O bien estaban sorprendidas de que yo hubiera seguido adelante y besado, o habían sido capaces de sentir la química y la pasión tanto como yo.


 —Sí, la noche no se está haciendo más joven—, dijo Karen, y no me perdí cómo miró a Pedro.


Lo miré y vi que su atención seguía centrada en mí. Su expresión era enfocada... posesiva. No había otra palabra que pudiera usar para describir la forma en que me hacía sentir cuando me miraba. 


—Yo…— Yo no quería ir. Quería saber más sobre él. Quería sentirlo de nuevo, a mi lado, besándome, con sus manos sobre mi cuerpo. Lo quería todo. Pero el sentido común y la racionalización se alzaron. No lo conocía. Este fue un beso de atrevimiento, y probablemente me miraba así porque pensó que yo saltaría a la cama con él ahora.



Y la verdad es que probablemente lo habría hecho.


Antes de que pudiera decir algo más, una de las chicas me cogió de la mano y me sacó del bar. Y todo el tiempo no pude evitar verlo cuando me fui, todo en mí gritando para volver.



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