martes, 14 de abril de 2020

TODO COMENZÓ CON UN BESO: CAPÍTULO 22


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Paula


Me miraba posesivamente. 


—Paula...— El aire me dejó en la forma en que dijo mi nombre. —Me muero de hambre por ti. — Hizo este bajo sonido en lo profundo de su pecho.


Su polla presionaba entre mis muslos, una enorme y gruesa varilla que tenía a mi coño apretado. Estaba a segundos de rogarle que ya estuviera conmigo.


Todo mi cuerpo hormigueaba, el fuego corría por mi piel. Levantó sus caderas, cavando su polla más contra mí. 


—Debería ser amable contigo, pero Dios, Paula, estoy perdiendo el control. — Estaba excitada, mojada, lista, sufriendo por él.


Pasó su lengua por el arco de mi cuello, lamiendo, mordisqueando suavemente mi carne, y yo incliné mi cabeza aún más hacia un lado. 


Estaba a punto de volver a salir de eso sola.


Era todo duro, grande y fuerte, con músculos abultados... y su erección tenía mis músculos internos apretados.


Era todo masculino.


Era todo mío.


Estaba mareada, mareada por mi deseo por él. 


No podía manejar mucho más, pero no quería que esto terminara.


Su atención estaba en mis labios.


Me metí entre nosotros y envolví mis dedos alrededor de su eje, y un gemido gutural lo dejó. 


Su polla era gruesa, demasiado grande para que mis dedos la conocieran mientras lo sostenía. 


Me quedé pasmada al verlo, y cuando empecé a acariciarlo suavemente, mirándolo a los ojos, escuché el cambio en su respiración. 


—Cristo—, dijo roncamente. —Paula. Maldita sea, eso se siente bien. — Moví la mano más rápido, con la boca abierta a medida que aumentaba la presión. Cerró los ojos, su enorme pecho subiendo y bajando. Estaba tan mojada, tan excitada de verle obtener este placer, sabiendo que yo era la causa de ello. Pero justo cuando empecé a mover mi mano más rápido hacia arriba y hacia abajo, él empujó suavemente mi mano hacia afuera.


—Paula. Bebé. Si sigues tocándome, es probable que explote—. Me miró a la cara. —Y no quiero que esto termine. — Cuando se inclinó, su boca estaba junto a la mía. —Y como dije antes, — susurró, —Quiero estar dentro de ti cuando eso suceda. — Aspiré profundamente. 


—Por favor. Quédate conmigo. — Y entonces él tenía su boca en la mía, cogiéndome con sus labios y lengua, forzándome a agarrarme a él o me caería al suelo en un charco.


Apreté las piernas, tratando de frenar la excitación. 


— ¿Qué tan lista estás para mí?


—Pedro, he estado preparada para ti toda mi vida—respondí sin aliento.


Y lo estaba. Lo había estado.



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