viernes, 3 de abril de 2020

RECUERDAME: CAPITULO 27




PENSÉ que era lo que tú querías.


Eso era lo que pasaba cuando un hombre se dejaba llevar por su apetito carnal, pensó Pedro. Había racionalizado cada decisión, aunque algunas no tuvieran sentido, pero la verdad era que no podían escapar del pasado.


Lo que quiero es dejar atrás el pasado, pero no fingir que no ha tenido lugar. Nuestra historia, lo que hemos hecho, todo lo que ha pasado, nos convierte en lo que somos ahora, Paula.


¿Y si descubrimos que no nos gusta quienes somos?


—Entonces tendremos que cambiar ciertas cosas. Uno no se corta una pierna o un brazo porque le duela y nosotros no podemos cortar un pedazo de nuestro pasado porque no nos guste.


—¿Entonces por qué me has traído aquí?


Pedro se apoyó en un codo para mirar sus preciosos ojos azules.


—Porque sé que estás haciendo un esfuerzo para recordar y esperaba que un sitio nuevo, nuevas caras, pudieran ayudarte. Y porque soy un egoísta y te quiero toda para mí durante un par de días.


Yo también quería eso —suspiró Paula—. Ojalá pudiéramos quedarnos aquí más tiempo. Ojalá no tuviéramos que volver a Pantelleria.


—¿Puedes decirme qué tiene Pantelleria que tanto te disgusta?


—Allí me siento demasiado confinada. Toda mi vida se limita ahora a las cuatro paredes de la casa... y me está sofocando.


Por su propio bien, tenía que ser así. No había nadie en la isla que no supiera lo del accidente y las circunstancias que lo rodeaban. Era algo de lo que todo el mundo había hablado durante semanas y si Paula iba al pueblo, sin la menor duda alguien le contaría lo ocurrido. Y le hablaría de Sebastian.


—Hay algo en ese sitio que me angustia, pero no sé qué es —siguió—. Es como algo oscuro y terrible esperando saltar sobre mí para destrozarme. Y si tú sabes lo que es me gustaría que me lo dijeras.


—Podría ser que discutimos y nos dijimos cosas terribles el uno al otro antes del accidente.


—¿Qué clase de cosas?


Pedro hizo un gesto con la mano


—Mis obligaciones como empresario, las tuyas como esposa... lealtades, prioridades, desacuerdos en general —le dijo, encogiéndose de hombros—. No es algo de lo que me sienta orgulloso.


—¿Es así como ocurrió el accidente? ¿Discutimos, yo me salí de la carretera
porque estaba disgustada y te culpas a ti mismo por dejarme conducir en ese estado?


Pedro deseó no haber dicho nada porque, si seguían así, Paula se encontraría tarde o temprano con la verdad. Y no sabía qué pasaría entonces.


—No, yo no estaba en la isla el día que ocurrió. Estaba en Milán. Y tú no ibas conduciendo.


—Ah, ya. ¿Entonces quién?


Pedro hizo una mueca. Ésa era la cuestión que había intentado evitar...


—Una persona que había alquilado una casa cerca de la nuestra. No puedo contarte mucho más, Paula.


—Pero...


—Pero nada, amore mio —murmuró él sobre sus labios, pensando que sólo así podría silenciar sus preguntas—. ¿Por qué estamos hablando de otras personas cuando sólo deberíamos pensar en nuestra segunda luna de miel?


—No lo sé —susurró Paula, cerrando los ojos cuando empezó a besarla.


Cuando por fin la hizo suya de nuevo, enterrándose en ella hasta el fondo, lo hizo con cierta desesperación, como si así pudiera enterrar sus dudas.


Porque no era Paula la única que temía que la verdad destrozase su recién encontrada felicidad.


El vestido de noche que había llevado con ella era uno que había encontrado por accidente al fondo del vestidor, detrás de los demás, la mayoría aún demasiado anchos para ella.


Negro, de falda recta y con un adorno de lentejuelas en el escote y el bajo, resultaba chic y elegante sin ser demasiado formal. Un chal de seda negra, un bolsito de noche y unas sandalias plateadas completaban el atuendo.


Y, por el silbido admirativo de Pedro, había elegido bien.



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