domingo, 26 de abril de 2020

CITA SORPRESA: CAPITULO 36




Aún no había amanecido cuando Paula se despertó, con un brazo sobre su cintura. Un brazo fuerte, masculino que la apretaba contra el cuerpo de un hombre.


Pedro. Debió de haberse dado la vuelta durante el sueño, pensó. Podía sentir su aliento en la
nunca y eso era suficiente para hacerla estremecer.


Ya no podía volver a dormirse. Era muy tarde. 


Demasiado tarde. Incluso con los ojos cerrados,
notaba cada milímetro de su propio cuerpo, quemando bajo el brazo de Pedro. Le gustaba tanto estar así... Ojalá pudiera volverse para tocarlo, para despertarlo con sus besos... Podría volverse.


Podría besarlo. Podría aparentar que estaba dormida.


Una vez que la idea se asentó en su cabeza, era imposible pensar en otra cosa. Sería una bobada y podría morirse de vergüenza, pensó. Debía mantener las distancias... y darse la vuelta para besarlo era una locura.


Pero le gustaría tanto...


Siempre podía parar, se dijo Paula. No tenía que ir tan lejos. Ni siquiera tenía que despertarlo.


Sólo quena saber cómo era estar entre sus brazos; quería saber si Pedro sonreiría al notar sus labios.


No era pedir demasiado, ¿no?


Paula se movió un poco, pero Pedro seguía respirando rítmicamente, ajeno a su turbación.


¿Cómo podía estar durmiendo cuando ella estaba temblando de deseo? ¿No podía intuir cómo lo deseaba?


Podía estar tumbada toda la noche, sin moverse, o podía ver qué pasaba si tomaba la iniciativa.


Respirando profundamente, dejó escapar un leve suspiro y se dio la vuelta. Pero Pedro, sin despertarse, se tumbó de espaldas y apartó el brazo.


Qué típico. Paula lo miró, frustrada. Incluso en sueños parecía dispuesto a resistirse. «Bueno, ya veremos», pensó ella. Pedro era mucho más alto que ella de pie, pero tumbados armonizaban a la perfección. Entonces puso un brazo sobre el torso masculino y apoyó la cabeza en su cuello,
respirando el olor de su piel. Y él seguía dormido.,,


«Déjalo ya», se dijo Paula. Pero no podía.


Sin pensar, acercó los labios a su cuello y después, suavemente, fue subiendo hasta su cara.


Sus manos también parecían tener voluntad propia porque empezaron a meterse bajo la chaqueta del pijama...


Estaba jugando con fuego y lo sabía, pero le daba igual. Iba a desabrochar el primero botón del pijama cuando notó que la respiración de Pedro se detenía.


Lo había despertado.


Nerviosa, levantó la cara y vio el brillo de sus ojos en la oscuridad. Ya no podía aparentar que
estaba dormida. Seguramente lamentaría aquello por la mañana... o toda la vida, pero en aquel momento no quería pensar.


Pedro se quedó inmóvil, parpadeando, intentando despertarse del todo. Y se quedó mirándola en silencio durante unos segundos. 


Entonces levantó la mano y empezó a acariciar su pelo.


Cuando sus labios se encontraron por fin, el sueño desapareció. Se besaron fervorosamente, una y otra vez, como para compensar el tiempo perdido. La mano de Pedro se deslizaba insistentemente por el camisón de satén, buscando el bajo; y cuando lo encontró tiró hacia arriba y acarició sus muslos, la curva de sus caderas...


Al sentir la mano del hombre en su piel desnuda, Paula emitió un gemido. Intentó desabrochar el pijama, pero le temblaban tanto las manos que, al final, Pedro se lo quitó de un tirón y se colocó 
abruptamente encima. Paula enredó los brazos alrededor de su cuello, apretándolo, disfrutando del roce de su espalda desnuda...


La asustaba que Pedro se diera cuenta de lo que estaban haciendo. Pero quería abandonarse completamente al roce de sus manos, al calor de sus labios, al peso de su cuerpo, que la enardecía.




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