martes, 21 de abril de 2020

CITA SORPRESA: CAPITULO 19




Esperar en las puertas del colegio con otras madres y niñeras fue una experiencia muy rara. 


La miraban de reojo, como si fuese una impostora, y parecían preguntarse qué estaba haciendo allí.


¿Cómo sería ser una madre de verdad y no una figurante? ¿Cómo sería estar esperando a una hija para llevarla a casa?


Paula nunca había pensado en tener niños. 


Incluso cuando se creía enamorada de Sebastian no pensó en el asunto porque sabía que él no querría saber nada. Sebastián era un frívolo. Necesitaba demasiada atención y en su vida no había sitio para un niño. Él no podría ser un padre responsable como Pedro, por ejemplo.


Cuando los niños empezaron a salir en tromba al patio, Paula vio a Ariana mirando por todas
partes. Y también observó que, al no ver a su padre, casi se ponía a llorar.


–¡Ariana! –gritó, abriéndose paso.


Al verla, el rostro de la niña se iluminó.


–Hola, Paula.


–Tu padre siente mucho no haber podido venir, pero me ha enviado a mí... con Derek. No te
importa, ¿verdad?


–¡Derek está aquí! –gritó Ariana, poniéndose en cuclillas para acariciar al perro. A su alrededor
se formó un círculo de caritas curiosas.


–Es mi perro –explicó, orgullosa.


Derek hizo su papel a la perfección, saludando a cada niño con entusiasmo y, en general,
portándose de una forma tan encantadora que era imposible no quererlo. Evidentemente, Ariana Alfonso estaba ganando muchos puntos en aquel patio y se marchó, feliz, sujetando la correa de Derek y despidiéndose como si fuera la reina de Inglaterra.


La oficina de Pedro Alfonso era un sitio moderno y funcional, pero vivía en una casa victoriana
cerca de Wimbledon, con un enorme jardín. 


Ideal para un perro, de hecho.


El interior había sido decorado por un profesional, pero daba una sensación fría. Era una casa, no un hogar, y Paula se preguntó si sería así desde la muerte de Isabel.


–Yo quería que Derek durmiese en mi habitación, pero mi padre ha dicho que tiene que dormir en la cocina –dijo Ariana, señalando una cestita de mimbre.


–Seguramente es mejor que duerma aquí –sonrió Paula.


Y seguramente aquello le había costado otra pelea, pensó.


–Sí, bueno...


Podríamos ir a dar un paseo. Y luego a comprar algo para la cena.


–¿Sabes cocinar? –preguntó la niña, extrañada.


–No mucho, lo normal. ¿Qué te gusta comer?


Ariana se quedó fascinada cuando descubrió que Paula sabía hacer su plato favorito: macarrones con queso.


–¿Sabes hacer tartas?


–Creo que sí. Pero sólo si son fáciles.


–Rosa no sabe hacerlas, pero a mi padre le gustan las de chocolate.


Chocolate, ¿eh? De modo que tenía una debilidad... era goloso. Aunque no le pegaba nada.


–Bueno, ya veremos qué puedo hacer.





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