lunes, 20 de abril de 2020

CITA SORPRESA: CAPITULO 17



Así fue. Cuando le dijo que Paula iba a llevárselo, la niña hizo un mohín.


–Pero ya se ha acostumbrado a mí...


–Tú sabes que yo lo cuidaré bien, ¿no? –sonrió Paula.


–Pero si no me lo llevo a casa no volveré a verlo, y quiero quedármelo. Por favor, papá. Tú
sabes que siempre he querido tener un perro.


Pedro se pasó una mano por el pelo.


–Ariana, tú sabes que no puedes cuidar de un perro. Estás en el colegio casi todo el día...


–A Rosa no le importará cuidar de él hasta que yo vuelva.


–Rosa no está aquí, así que no podemos preguntárselo.


El mohín de Ariana empezaba a ser preocupante.


–Pero, ¿qué va a ser de él?


Con paciencia, Pedro le explicó que Paula cuidaría de. Derek hasta que volvieran sus padres.


–¿Y no podría quedármelo yo hasta entonces? –insistió la niña.


–Pero hay que sacarlo a pasear...


–¿Y cómo va a sacarlo Paula a pasear? Ella tiene que estar en la oficina.


Pedro apretó los dientes. No sabía qué hacer.


–Paula lo traerá con ella a la oficina –dijo por fin, sucumbiendo a lo inevitable.


–¿Por qué no lo traes tú, papá? Tienes coche. Yo lo sacaré por la mañana y luego tú te lo traes
y jugamos con él por la noche.


Pedro miró a Paula, desesperado. Estaba claro que, en su opinión, el perro era suyo, de modo que debía echarle una mano.


Paula estaba dispuesta a echársela.


–Ariana ha tenido una idea estupenda. Puede quedarse con vosotros, tú lo traes a la oficina, yo lo saco por la tarde y así nos repartimos el trabajo.


–¡Sí, por favor!


–¿Y qué pasará cuando vuelva Alicia? –preguntó Pedro. intentando disimular sus deseos de estrangularla–. A lo mejor no le apetece sacar a un perro a pasear.


–Para entonces Rosa ya habrá vuelto a casa –dijo Ariana.


Paula tuvo que disimular una risita. Pedro Alfonso estaba arrinconado.


–La has educado de maravilla. No creo que haya muchas niñas de nueve años que sepan
discutir tan bien. Deberías estar orgulloso.


–En este preciso momento yo no diría eso –suspiró Pedro–. Bueno, de acuerdo. Pero...


Ariana se echó en sus brazos con un grito de alegría.


–Gracias, papá, gracias, gracias.


Contagiado por la emoción, Derek se puso a ladrar y Paula soltó una carcajada.


Le gustaba ver a Pedro abrazando a su hija. 


Incluso se sintió un poquito excluida, lo cual era
ridículo. Ella no quería que Pedro Alfonso la abrazase de esa forma, ni que la incluyese en la
unidad familiar. Ella era una chica de ciudad que no buscaba marido.


–Pero con una condición –dijo Pedro entonces–. No puedes encariñarte con él, Ariana. Tú tienes
colegio, yo tengo trabajo y no es parte de las obligaciones de Rosa cuidar de un perro. Puedes llevártelo a casa hasta que vuelvan los padres de Paula. Ése es el trato, ¿de acuerdo?.


Paula prácticamente podía ver el cerebro de la niña estrujándose para ver si podía sacarle a su
padre un trato más beneficioso.


Paula sospechó que la familia Alfonso acabaría teniendo un perro llamado Derek le gustase a
Pedro o no.


En realidad, todo había salido bien. Sus padres habrían aceptado a Derek, pero no quería
imponerles más obligaciones y ella no podía quedárselo. Además, estaba segura de que sería más feliz con Ariana.


–Espero que Alicia no vuelva nunca –dijo la niña en voz baja.


Y Paula se quedó desconcertada al darse cuenta de que tampoco ella quería que volviese.





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