sábado, 28 de marzo de 2020

RECUERDAME: CAPITULO 7





En cuanto las dos mujeres, una tan fornida, la otra tan frágil, desaparecieron por el pasillo hacia las habitaciones de invitados, Pedro fue a su despacho para llamar a Juliana, su hermana, que vivía en la casa de al lado.


¿Ha llegado Paula?


Sí.


—¿Y cómo está? ¿Es tan terrible como esperábamos?


—Está tan frágil... —a Pedro se le rompió la voz—. El viaje la ha dejado agotada. Se ha ido a la cama nada más llegar.


—Pobrecilla. Ojalá pudiera ir a decirle que la quiero mucho y que me alegro de que haya vuelto.


A mí también me gustaría. Y traer al niño para que lo viese, pero lamentablemente aún no es el momento.


—Sí, lo sé.


Pero se me ha escapado que nuestro matrimonio no pasaba por su mejor momento y ésa no es la mejor manera de empezar otra vez —suspiró Pedro.


Podéis volver a empezar si os queréis como antes. La cuestión es... ¿os queréis, Pedro?


Yo no puedo hablar por ella.


—Entonces habla por ti mismo. Sé que te casaste con Paula porque te pareció que era lo más honrado, pero a mí me parecía que todo iba bien.


Hasta que todo empezó a ir mal.


Y ahí estaba el problema. ¿Podrían los dos olvidar lo que había pasado o quizá ya nunca podrían confiar el uno en el otro?


Paula te quiere, Pedro. Estoy segura de eso.


Ojalá yo lo estuviera. Pero no te llamo para cargarte con mis problemas, llamaba para preguntar por Sebastian.


—Estamos todos estupendamente. Marietta es una ayuda enorme. Y en cuanto a Cristina, está encantada con su primo y juega con él todo el tiempo. Además, Sebastian es un niño estupendo; sólo llora cuando tiene hambre o cuando hay que cambiarle el pañal. Es lo único bueno de todo este desafortunado asunto. Y Sebastian es demasiado pequeño como para entender lo que pasa. 


Esperemos que no lo sepa nunca —Pedro hizo una pausa—. ¿Alguien de la familia ha ido a verlo?


—Si te refieres a nuestra madre, sí. Ha venido esta mañana y luego por la tarde otra vez. Insiste en que debería estar con ella y yo insisto en que debe estar conmigo.


—Pensé que había vuelto a Milán con papá. Lo último que Paula necesita en este momento es un encontronazo con ella.


Desgraciadamente, parece decidida a quedarse. Pero no te preocupes, yo puedo lidiar con ella. Y Lorenzo también, así que no dejaremos que se entrometa.


Pedro sabía que era verdad.


—Os agradezco mucho a los dos que me estéis ayudando tanto. Dale un beso a Sebastian por mí, ¿eh? Iría a verlo, pero...


No —lo interrumpió su hermana—. Es importante que esta noche te quedes en casa con Paula. Sería horrible que despertase en medio de la noche y no supiera dónde está.


¿Cuánto tiempo duraría aquello?, se preguntó  después de colgar. El doctor Peruzzi le había aconsejado paciencia, pero él nunca había sido un hombre particularmente paciente. 


Llevaba demasiados días alejado de su trabajo porque no podía concentrarse y pasando las tardes con un vaso de whisky por toda compañía. Demasiadas noches solo en una cama hecha para dos.


Irritado, salió al balcón para respirar un poco de aire fresco. La noche había caído y una docena de lámparas solares colocadas alrededor de la piscina brillaban suavemente en la oscuridad.


Una vez, no mucho tiempo atrás, Paula lo había deseado como la deseaba él. Y, por las noches, en la piscina, hacían el amor con una urgencia que bordeaba la desesperación. Él enterraba su boca en la de Paula por miedo a que alguien la
oyese gritar de placer... él se contenía, esperando prolongar el encuentro hasta que no pudiera más. Y luego se dejaba ir, con una urgencia y un ardor que casi hacían que su corazón se detuviese.


Entonces, ¿por qué estaba allí solo ahora? ¿Por qué Paula estaba durmiendo en una habitación que no era la de matrimonio?


Un sonido rompió el silencio de la noche, más cercano que el murmullo de las olas, un paso tan vacilante que podría haber pensado que era cosa de su imaginación de no ir acompañado por una fragancia que conocía bien: bergamota, junípero y mandarina siciliana con un toque de romero. La fragancia de Paula. Lo sabía porque él mismo la había comprado para ella.


Cuando volvió la cabeza la encontró en el umbral de la puerta, llevando una prenda ancha que la hacía parecer aún más frágil. Nunca le había parecido más etérea, más deseable.


—Pensé que estarías durmiendo.


—No podía dormir.


—¿Demasiadas emociones?


—Tal vez —Paula dio un paso adelante—. O tal vez he dormido demasiado y ya es hora de que despierte.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario