domingo, 1 de marzo de 2020
LUZ, CAMARA Y... BESO: CAPITULO 43
La primera parte de la gala no era televisada.
Consistía en la entrega de los premios técnicos, y Paula asistió a ellos sintiendo una solidaridad especial con aquellos profesionales tan poco conocidos. Al fin y al cabo, ella no era más que uno de ellos, una persona recién llegada que tenía más en común con lo que sucedía detrás de las cámaras que con el glamour de las grandes celebridades.
Estaba sentada en una mesa rodeada de todo el equipo de Urban Nature. Pedro se hallaba sentado junto a Kurtz. Ambos estaban rígidos y muy serios. Hablaban entre ellos de vez en cuando, pero Paula, aunque se esforzaba, no podía escuchar completamente la conversación.
—No me importa tu reputación, me da igual —estaba diciendo en ese momento Kurtz—. Pero la cadena sí, y la has puesto en peligro por un lío de faldas.
—No has podido evitarlo, ¿verdad? —le respondió Pedro—. No has compartido una limusina con tu equipo en tu vida, pero hoy no podías perdértelo, querías estar en primera fila para ver mi caída, ¿verdad? Eres despreciable.
—¿Y tú qué eres, Pedro? —replicó Kurtz—. Eres un hombre que no ha dudado en vender a los medios de comunicación a la mujer con la que se acuesta. ¿Le has dicho ya que tú eres el responsable, o estás jugando a ser el chico bueno con ella?
Paula se estremeció y recordó la parte del artículo de Leeds en la que hablaba de los manejos de Pedro con los medios de comunicación. Entonces recordó aquella noche en el restaurante, la noche en que habían tomado la foto. Recordó las idas y venidas de Pedro, sus conversaciones con el maître…
—¿Es eso cierto, Pedro? —le preguntó directamente, ignorando a los demás.
—Paula… —dijo él acercándose a ella.
—¿Es verdad? —insistió Paula.
—No hagas esto, Paula —le pidió Pedro murmurando—, la gente está mirando —añadió levantándose y guiándola hasta uno de los salones, donde algunos de los asistentes bebían y bailaban al son de la música esperando a que llegara la parte televisada de la gala—. Debería habértelo dicho, lo siento.
Paula no sabía qué decir. De repente, los últimos días con él se habían convertido en una sucia mentira.
—¿Qué has hecho?
—Era mi trabajo —respondió Pedro.
—¿Venderme a los medios era parte de tu trabajo? —le preguntó indignada—. Todo fue idea tuya —continuó, comprendiendo todo lo que había ocurrido—. Lo del restaurante… Fuiste tú, ¿verdad?
Pedro no dijo nada.
—¿Y todo lo demás?
—No, eso no lo hice yo. Yo fui responsable de lo que pasó en el restaurante. Pensé que atraería la atención del público. Lo demás fue cosa de Kurtz.
—¿Les dejaste que me hicieran esto? ¿Les dejaste que se lo hicieran a Brian?
—No, Maddox lo sabía.
—¿Cómo? —replicó ella—. Brian lo sabía. Tú lo sabías. La cadena lo sabía. Todo el mundo lo sabía menos la estúpida de Paula.
—Paula, no…
—¿Tanto te importa, Pedro? ¿Tanto te importa tu padre?
—Esto no tiene nada que ver con él —respondió él palideciendo.
—Claro que sí, no lo niegues. Vengarte de él es más importante para ti que lo que tenemos. Mejor dicho, que lo que teníamos.
—No hablas en serio —dijo Pedro.
—Por supuesto que sí. Me has destrozado, Pedro.
—¿Sin darme la oportunidad de explicarme?
—¿Explicarte? Claro, adelante.
—Tienes que entender la posición en la que me encontraba. Quería hacer lo mejor para todos. Lo juré sobre la tumba de tu madre, estaba intentando protegerte…
—¿Protegerme? Aprovecharte, querrás decir. Sólo ha sido deseo, nada más.
—Hace nueve años me acusaste de ser igual que mi madre, de huir en cuanto había un problema —dijo Pedro—. Si te vas ahora, ¿no estarás haciendo tú lo mismo?
Paula le miró sorprendida. ¿Cómo podía acordarse de lo que le había dicho hacía tanto tiempo? Se le había debido de quedar grabado.
—No puedo entender por qué hacerle daño a él es tan importante para ti —murmuró Paula—. Explícamelo, ayúdame a entenderlo, Pedro.
—No hay sitio dentro de mí para nadie más que él, Paula, para el odio que siento por lo que me hizo. Eso es lo que me ha dado fuerzas todos estos años.
Paula le miró y vio el vacío en sus ojos. No era de extrañar que todas sus relaciones hubieran fracasado.
No era de extrañar que hubiera tenido un éxito tan extraordinario. Era lo único que tenía en la vida.
—No, Pedro, ese odio se ha sostenido a sí mismo durante veinte años como un parásito dentro de tu cuerpo. Y ha destruido todo lo que amabas. Primero dejaste el surf. Y ahora me has destrozado a mí.
—No tengo nada que ofrecerte, Paula —dijo soltándole la mano—. No conozco otra forma de ser.
Las luces empezaron a parpadear y los altavoces anunciaron que iba a dar comienzo la retransmisión. Se dirigieron de nuevo a la mesa donde estaba el equipo.
Se sentía traicionada por los hombres que se sentaban a aquella mesa.
—Señoras y caballeros, bienvenidos a una nueva edición de los premios anuales de la televisión, los premios ATA.
Todo el mundo estaba emocionado, lleno de alegría y excitación. Pero ella no. Todo lo que había creído cierto se había desmoronado.
Hasta respirar le resultaba doloroso. ¿Cómo podía ser la línea entre el amor y el odio tan delgada?
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Uyyyyyyyyy, qué macana, y ahora cómo va a resolverlo Pedro? Porque claramente él es el culpable de todo lo que pasa.
ResponderBorrarAy nooooo!! Como se va a arreglar esto??
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