domingo, 1 de marzo de 2020

LUZ, CAMARA Y... BESO: CAPITULO 42





En cuanto salieron de la limusina, a Paula empezaron a temblarle las manos. Pero enseguida sintió que Pedro y Brian se apostaban a ambos lados, tomándola cada uno de una mano. Era un gesto ciertamente provocativo. 


Podía confirmar, a ojos de todos, lo que decía el artículo, pero también enviaba un mensaje alto y claro, no tenían nada que esconder. Era un alivio estar apoyada por dos hombres tan experimentados en las relaciones con los medios de comunicación.


—Sonríe, Paula —murmuró Pedro apretándole la mano para darle ánimos cuando llegaron a la alfombra roja donde se apostaban los periodistas detrás de unas vallas colocadas al efecto.


Paula se esforzó al máximo por hacerlo mientras los flashes de miles de cámaras la deslumbraban.


—Así, muy bien —dijo Pedro sonriendo él también, aunque ella podía percibir su desasosiego, su furia.


Se sentía como Dorothy entrando por las puertas del mago de Oz, aunque no estaba segura de si, en realidad, no era más que el león cobarde.


Haciendo un gesto a Pedro, Brian se separó de ellos y se dirigió hacia el grupo de periodistas. 


Directo a la línea de fuego.


Pedro se quedó junto a ella, colocándose a la derecha para alejarla de los periodistas, estrategia que funcionó durante unos segundos.


—¿Señorita Chaves? —le preguntó una joven periodista de una cadena de radio independiente, tan alto que era imposible ignorarla.


Pedro le soltó la mano y la acompañó hacia donde estaba la joven.


Todos los periodistas se arremolinaron alrededor.


—Señorita Chaves —continuó la joven—. Es la primera vez que asiste a estos premios. ¿Cómo se siente?


—Muy emocionada, Corrine —respondió Paula, que conocía de nombre a la joven y la reputación de la cadena de radio, que emitía música independiente y no era muy aficionada a los chismorreos del corazón.


—¿Tiene alguna estrategia para esta noche? —preguntó de nuevo la joven.


—Si consigo entrar sin que me acribilléis a preguntas, me daré por satisfecha —respondió Paula sonriendo.


Todos los periodistas se echaron a reír. Pedro permanecía a su lado.


—Buena suerte, Paula —dijo la joven echándose a un lado.


Había superado la primera prueba. A un lado, los fans del programa vitoreaban sus nombres mientras Brian les firmaba autógrafos. Y Pedro no se movía de su lado. No podía pedir más. Si llegaba a superar aquella prueba, si lograba entrar por las puertas del hotel, sería gracias a la experiencia y al apoyo de aquellos dos hombres maravillosos.


Brian estaba haciendo todo lo posible por acaparar las miradas de todos, dejando a Paula en segundo plano. Se detuvieron cada pocos metros para responder a algunas preguntas, favoreciendo a algunos periodistas sobre otros. 


El artículo de The Standard había conseguido lo que unos pocos días antes habría parecido imposible, que Pedro y Brian se enfrentaran a los medios de comunicación como un equipo, unidos por un objetivo común, protegerla a ella.


Al llegar al pie de las escaleras, Brian relevó a Pedro y juntos encararon a los últimos periodistas.


—Ava, Brian… —dijo una hermosa periodista que había sido modelo—. Es fantástico tenerles juntos aquí esta noche.


Había una cámara enfocándoles. Si les hacían una pregunta directa, iban a tener que responder a la perfección, sin titubeos, sin ponerse nerviosos.


—Están guapísimos —dijo la periodista—. ¿Quién es su diseñador?


Cielo santo. ¿Quién era el diseñador?


—Glenn Lo —respondió Paula acordándose de repente—. Creo que ha elegido el vestido perfecto para mí —añadió sonriendo.


—Qué suerte la suya, señorita Chaves, rodeada de dos hombres atractivos.


Una alusión velada, pero no un ataque directo. Incluso creyó percibir cierta solidaridad en los ojos de la periodista.


—Bueno, señor Maddox, mucha suerte esta noche con su nominación —añadió la mujer.


Segundos después, por fin pudieron entrar por las puertas del hotel e internarse en el vestíbulo. 


Lo habían conseguido.


Paula sintió como si le bajara la tensión una vez que la adrenalina del momento se hubo disipado.


—Necesito sentarme un momento —murmuró.


—Claro —dijo Pedro, de nuevo junto a ella, llevándole una silla.


Paula se sentó agotada y los dos hombres se quedaron junto a ella charlando distendidamente. Se hubiera quedado allí toda la noche, pero sabía que no podía hacerlo. Ella no era la única importante aquella noche.


—Estoy lista —dijo levantándose de la silla.


El salón donde iba a celebrarse la gala estaba lleno de gente famosa e importantes productores. Paula miró alrededor en busca de Leeds, pero no parecía haber ni rastro de ella, y se relajó.


—¿Dónde tenemos que sentarnos? —le preguntó a Pedro sonriendo.



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