martes, 11 de febrero de 2020

TE ODIO: CAPITULO 24




Pedro miraba por la ventanilla del avión, viendo cómo el sol de la tarde se escondía tras el horizonte mientras sobrevolaban la costa italiana.


«Volví porque te quería. Pero no pudiste serme fiel ni siquiera durante una noche».


La expresión de Paula mientras decía esas palabras seguía persiguiéndolo. Se preguntó si sería verdad… si lo habría querido. ¿Sería posible?


No, se respondió a sí mismo. Sólo estaba pasándolo bien, ella misma lo había dicho. Si lo hubiera querido, no le habría tirado el anillo a la cara…


Y, sin embargo…


Pedro miró el asiento de al lado. Agotada, Paula se había quedado dormida con la cabeza sobre su hombro en cuanto salieron de Roma.


Inclinándose un poco, le pasó un brazo por la cintura y ella apoyó la cara en su pecho, como abrazando su oso de peluche favorito.


¿Por qué habría ido a su apartamento al día siguiente?


Dormida tenía un rostro tan dulce, tan sereno. Era casi tan bella como en la cocina de Armando. Le brillaban los ojos mientras el chef la enseñaba a hacer pasta.


De vez en cuando se volvía para mirarlo con el ceño arrugado, como si esperase una crítica. Pero él disfrutaba mirándola. La alegría que había en su rostro mientras aprendía pacientemente a hacer la receta lo hizo contener el aliento.


Durante todos esos años había creído saber lo que era la princesa Paula Chaves: una niña mimada y caprichosa que lo tenía todo.


Ahora no sabía qué creer.


Mientras hacía la pasta se había manchado la cara de harina y, cuando él se lo dijo, esperando que corriera al espejo, Paula había soltado una carcajada, intentando limpiarse con el dorso de la mano y consiguiendo extender la harina aún más. Pedro la limpió con una servilleta y, cuando se miraron a los ojos, la risa desapareció.


Tan cerca, ella tan sexy con ese delantal… 


Pedro casi había olvidado que estaban en la abarrotada cocina de un restaurante. Habría querido tomarla en brazos y tumbarla sobre la superficie de acero…


Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para controlarse a sí mismo. Y ahora, mientras dormía lo único que deseaba era besarla.


Si lo que había dicho era verdad…


Si lo amaba entonces y había vuelto a su apartamento para decirle que sí, que iba a casarse con él…




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