domingo, 2 de febrero de 2020

ADVERSARIO: CAPITULO 48




Al principio, ella pensó que escuchaba mal, pero cuando se dio cuenta de que no era así, negó con la cabeza.


—No, no me casaré contigo. No sin amor.


Sabía que la miraba, pero no podía verlo a los ojos. Si lo hacía, él percibiría el sufrimiento, el anhelo, la súplica silenciosa muy diferente a lo que el orgullo la obligó a decir.


Hubo un silencio prolongado, después él habló cortante.


—Ya veo. Bueno, si eso es lo que sientes...


Lo que ella sentía nada tenía que ver con lo que dijera.


Moría en una agonía lenta, como si quisiera extender los brazos, abrazarlo, y rogarle que nunca la abandonara. Que llegaba el fin del mundo si él se iba. Eso era lo que sentía, pero, ¿cómo podía ella imponer sus sentimientos cuando sabía que él no sentía lo mismo que ella... que no podía querer casarse con ella?


—La gente no se casa en esta época sólo porque concibieron un hijo —se obligó a decir Paula—. Yo decidí continuar con mi embarazo. Fue mi decisión y...


—Así que el bebé es tuyo —la interrumpió furioso—, bueno, te tengo una noticia, también es mío. Si piensas que voy a fingir que no ocurrió nada de esto sólo porque eso es lo que tú quieres... —se detuvo, fruncía el ceño—. No podemos discutir ahora. No mientras estés tan débil —se acercó un poco a la cama y se inclinó sobre ella, y para su sorpresa colocó la mano sobre el vientre abultado. Su contacto fue cálido y amable, la sensación de amor y necesidad que la invadió hizo que cerrara los ojos y se estremeciera un poco.


—Sólo recuerda —le dijo tranquilo—, que este bebé es tan tuyo como mío, y que yo pretendo formar parte de su vida.


—Pero, tú no lo querías. Tú no sabías... No puedes... tú pensabas...


—Ahora lo sé —le dijo con firmeza—. Ahora lo sé.


Una vez que supo que el bebé de Paula era suyo, Pedro se volvió más protector. No repitió su propuesta de matrimonio, pero sí le hizo ver con toda claridad que pretendía ser parte de la vida del niño. Para sorpresa de Paula, le confió a Laura que era el padre. Hizo que su amiga comentara, cuando ellas estuvieron solas, que debió haberlo supuesto.


Paula supo entonces que su amiga tenía curiosidad por saber de la relación entre ellos; sin embargo, no hizo preguntas, aceptó el comentario intranquilo de Paula de que durante cierto tiempo después de la muerte de su tía ella se comportó de manera diferente a como solía hacerlo y que el embarazo era el resultado de ese comportamiento.


La reacción de Pedro al enterarse de que él era el padre fue tan diferente a lo que ella esperaba, que todavía no lograba entender. Hubiera esperado que los rechazara; sin embargo, cada día insistía en que quería jugar un papel importante en la vida del bebé.


Esa mañana había salido. Tenía asuntos que atender en Londres, le dijo. La partera la visitó durante su ausencia y para deleite de Paula, le dijo que ya estaba lo bastante recuperada como para dejar la cama.


—Pero, sólo en tanto no te excedas otra vez —le advirtió antes de dejarla, y añadió con una sonrisa—. Aunque, estando aquí el señor Alfonso, estoy segura de que no lo permitirá.



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