lunes, 6 de enero de 2020

HEREDERO OCULTO: CAPITULO 16




Paula disfrutó de la cena. Pedro la llevó al restaurante del hostal e intentó inflarla a vino y a buñuelos de cangrejo. Dado que todavía le daba el pecho a Dany, no podía tomar vino, pero los buñuelos de cangrejo estaban deliciosos.


No obstante, en cuanto la camarera llegó con los cafés y hubieron decidido el postre, Paula supo que su tiempo de gracia se había terminado. Pedro agarró la taza de cerámica con ambas manos y se inclinó hacia delante, haciendo que ella se pusiese tensa.


–¿Cómo fue el embarazo? –le preguntó, yendo directo al grano, como de costumbre.


–Creo que fue bastante normal –le contestó–. Teniendo en cuenta que era la primera vez que estaba embarazada y que no sabía qué era lo que debía esperar, pero no hubo complicaciones y las náuseas matutinas no fueron fuertes. A veces las náuseas se tienen también en otros momentos del día y eso hizo que abrir la panadería y trabajar doce horas al día fuese toda una aventura –añadió riendo–. Aunque no tan horrible como esperaba.


Después, Pedro quiso conocer todos los detalles del nacimiento de Dany. La fecha, la hora, cuánto había pesado, cuánto tiempo había durado el parto. Y Paula pensó que, si ella hubiese estado en su lugar, también habría estado desesperada por saber y memorizar todos aquellos datos.


–Tenía que haber estado allí –comentó Pedro en voz baja, con la vista clavada en la mesa. Luego la miró–. Me merecía haber estado allí. Por todo.


A Paula se le encogió el corazón y se preparó para el ataque, para que Pedro lanzase contra ella toda la ira y el resentimiento que debía de sentir… y era probable que se lo mereciese. No obstante, Pedro continuó hablando en el mismo tono.


–Por mucho que me moleste, no podemos dar marcha atrás, solo podemos seguir adelante. Así que este es el trato,Paula.


La miró con sus ojos verdes como debía de mirar a sus rivales en los negocios y le dijo:
–Ahora que sé de la existencia de Dany, quiero formar parte de todo. Me quedaré aquí un tiempo, hasta que te acostumbres a la idea. Hasta que yo me acostumbre a ser padre y él empiece a reconocerme como tal. Pero, después, voy a querer llevármelo a casa.


Al oír aquello, Paula se quedó inmóvil y agarró con fuerza la taza de café.


–No es una amenaza –le advirtió Pedro enseguida–. No estoy diciendo que vaya a querer llevármelo a Pittsburgh para siempre. Sinceramente, todavía no sé cómo lo vamos a hacer, pero ya hablaremos de eso después. Solo me refería a llevarlo de visita, para poder presentárselo a mi familia, para que mi madre sepa que tiene otro nieto.


Paula pensó que Eleanora estaría encantada. 


Otro nieto, sobre todo, otro nieto varón que pudiese llevar el apellido Alfonso, pero la madre del niño era otro tema. Y la madre de Pedro solo estaría contenta con Paula fuera de juego.


–¿Y si yo no estoy de acuerdo? Con nada.


Él arqueó una ceja.


–Entonces, supongo que me vería obligado a amenazarte, pero ¿estás segura de que es eso lo que quieres? Creo que he sido bastante comprensivo con toda esta situación, aunque ambos sepamos que tengo motivos para estar furioso al respecto.


Pedro dio un sorbo a su café e inclinó la cabeza. Parecía estar mucho más tranquilo que ella.


–Si quieres que me ponga furioso y que te amenace, también puedo hacerlo, solo tienes que decírmelo, pero si prefieres que actuemos como dos adultos maduros, decididos a crear el mejor ambiente posible para su hijo, entonces te sugiero que accedas a mis planes.


–¿Acaso tengo elección? –protestó ella, entendiendo mejor que nunca lo que significaba estar entre la espada y la pared.


Pedro sonrió de manera chulesca y confiada.


–Pudiste elegir entre contarme o no que estabas embarazada, para empezar, y decidiste no hacerlo, así que no. Ahora la pelota está en mi campo.




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