lunes, 6 de enero de 2020

HEREDERO OCULTO: CAPITULO 15





Pedro tomó la minúscula cuchara de plástico con un dibujo animado en el mango y empezó a dar de comer a Dany poco a poco, despacio.


Paula lo observó… y deseó. Deseó no haber accedido a cenar con él esa noche. Deseó no haberlo invitado a entrar y que él no hubiese querido ver a Dany antes de marcharse. Deseó que aquella escena no le pareciese tan hogareña, tan agridulce, que no le hiciese pensar en lo que podía haber sido.


Pedro estaba demasiado cómodo dando de comer a su hijo, aunque fuese vestido con traje de chaqueta. Y se le estaba dando demasiado bien, cosa que Paula no habría esperado de un hombre que casi no había interactuado con niños.


Cuando Dany se negó a comer más, Pedro dejó la cuchara y se frotó las manos.


–Me gustaría tomarlo en brazos un momento –dijo, mirando a su hijo y luego su traje–, pero…


–No, no es buena idea –dijo Paula, tomando un paño húmedo para limpiarle la boca y la barbilla a su hijo–. Tía Helena irá a cambiarlo y a asearlo y tal vez puedas tenerlo un rato a la vuelta, si todavía está despierto.


Pedro no pareció gustarle mucho la idea, pero dado que la alternativa era estropear un traje muy caro, no dijo nada.


–¿Nos vamos? –le preguntó ella al ver que se ponía en pie.


Pedro asintió a regañadientes y la siguió hacia la puerta. Tenía el coche aparcado delante de la casa y la ayudó a entrar.


–¿Qué haces cuando se mancha tanto? –le preguntó una vez que ambos estuvieron dentro.


Ella se giró a mirarlo.


–¿Qué quieres decir?


–¿Cómo haces para no tomar en brazos a tu hijo?


Aquello sorprendió a Paula. No las palabras, sino el tono, que parecía de culpabilidad. ¿Era posible que Pedro se sintiese culpable?


Pedro –le dijo ella, sacudiendo la cabeza e intentando no sonreír–. Sé que todo esto es nuevo para ti. Sé que descubrir la existencia de Dany ha sido una sorpresa, pero no tienes por qué sentirte culpable. Es un bebé. Siempre y cuando todas sus necesidades estén cubiertas, le da igual quién le dé de comer, quién lo tenga en brazos, quién le cambie el pañal.


Pedro frunció el ceño todavía más.


–Eso no es verdad. Los niños diferencian a sus padres de una niñera, diferencian a su padre de su madre.


–De acuerdo, pero no te preocupes, que también hay muchas veces que yo no lo tomo en brazos para que no me manche. O, lo que es peor, para que no me regurgite encima.


Sin pensarlo, Paula alargó la mano y le dio una palmadita en el muslo.


–Si vas a estar unos días aquí para pasar tiempo con él, cómprate varios vaqueros y camisetas baratas, y ve haciéndote a la idea de que se te van a manchar con frecuencia. Pero no te preocupes por lo de esta noche, yo tampoco lo he tomado en brazos esta mañana antes de ir a la reunión. Por eso es una suerte tener a tía Helena. Yo no puedo hacerlo todo sola y ella me ayuda mucho.


Pedro le agarró la mano para que no la apartase.


–Debería ser yo quien estuviese ayudándote con Dany, no tu tía, pero no te preocupes, que vamos a hablar de eso en la cena, entre otras cosas.




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