miércoles, 29 de enero de 2020
ADVERSARIO: CAPITULO 34
Subió al auto y cerró los ojos. Sus pensamientos eran un torbellino de pánico y confusión.
Embarazada... ¿cómo podía ser? Ella no estaba casada... no era parte de una relación. La idea de traer a un hijo al mundo, de dedicarse a su bienestar y crianza... la idea de ser una madre sin compañero, era algo que no había considerado.
Un bebé... un bebé de Pedro...
La sensación de afecto que la invadió le provocó lágrimas emotivas, hizo que quisiera reír y llorar al mismo tiempo. Embarazada... no podía ser.
¿O sí?
Varias horas después, ella sabía, no sólo que podía estar embarazada, sino que lo estaba.
También supo de inmediato que, a pesar de todos los problemas a los que se podría enfrentar, quería a ese niño... el hijo de Pedro.
Después de todo, otras mujeres lo hacían. Otras mujeres criaban solas a sus hijos. Está bien, tal vez, concebir su hijo fue lo último que pretendía cuando le suplicó a Pedro que le hiciera el amor.
¿O, lo fue? ¿Hubo en algún sitio profundo de su subconsciente una necesidad desesperada de negar la conclusión de la vida de su tía creando una nueva vida?
Quizás era una idea tonta... el tipo de idea que una mujer embarazada tiende a considerar, pero que no podía negar. Después de todo, no era ingenua; siempre supo las consecuencias que sus actos podrían tener. Pedro mismo le advirtió, y ella ignoró esa advertencia... y no sólo la ignoró, sino que de manera deliberada, le permitió que pensara... Su cuerpo se tensó de repente.
El bebé, el hijo de Pedro... sería sólo de ella. El nunca sabría de su existencia, nunca querría saber. Después de todo, cuando hicieron el amor, él sólo respondía a ella en lo sexual sin considerar que podría crear una nueva vida.
Pero, se había creado una nueva vida. Una vida que ella adoraría, cuidaría... un hijo... el hijo de Pedro. La sensación de sufrimiento que le creó la aceptación de los hechos, hizo que Paula volviera a temblar.
En la clínica a donde fuera a confirmar su embarazo, le dieron un consejo imparcial. Si ella deseaba concluir...
Entonces supo que, a pesar de lo ilógico, de lo emotivo, de lo poco que consideró su respuesta inmediata, su decisión estaba tomada. Aunque, hasta ese momento pensar en un hijo, de quien ella asumiría toda responsabilidad, era algo que no había contemplado, ahora que estaba embarazada, su necesidad más imperiosa era proteger la nueva vida que llevaba en su seno.
No por su tía, ni siquiera porque el bebé era de Pedro, sino porque estaba allí... porque le exigía su protección, sus cuidados, su amor, por el bebé mismo.
Embarazada... Se percató al escuchar la bocina impaciente del auto detrás de ella, que bloqueaba el resto del tránsito, perdida en sus pensamientos.
No fue sino hasta esa noche cuando pudo pensar con raciocinio en los aspectos prácticos de su embarazo. Desde luego que no se podría mantener en secreto, y ella no quería que fuera así... pero el papel de Pedro como padre del niño... eso tendría que ser...
Ella podía tener el derecho de dar a luz a un hijo, de amarlo y desearlo, pero no tenía el derecho de imponer ese hijo no deseado al padre, aun cuando quisiera hacerlo. Pero, la gente tendía a mostrar curiosidad... en especial, Laura. Era natural que su amiga quisiera saber.
Pero, todavía no... No por ahora. Esperaba que por el momento su amiga aceptara que el padre del niño era alguien de quien ella no deseaba hablar.
Sentada en la cocina, rodeando con los dedos la taza de te que bebía en lugar del cafe acostumbrado, ansió que su tía volviera para poder compartir ese momento con ella. Sabía que la mujer no la juzgaría ni la condenaría.
Sabía lo mucho que habría amado al bebé.
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