domingo, 19 de enero de 2020
ADVERSARIO: CAPITULO 1
SE le hacía tarde, parecía que a última fechas siempre ocurría lo mismo, reflexionó Paula cansada, mientras observaba el tránsito y se disponía a cruzar la calle.
El problema era que no logró dejar el auto cerca de la agencia que le daba el trabajo de programación en computación que ella hacía en su casa, lo que significaba que tendría que cruzar casi todo el pueblo. No era una distancia muy larga, sin embargo significaba tiempo extra, que no se podía permitir perder, pues era tiempo en el que no estaba ganando dinero, cuando no estaba...
Mantuvo la compostura. Ella seguía una regla muy estricta, una vez que salía de casa para ir a visitar a la tía Maia, ella no permitiría que su ansiedad por falta de dinero se mostrara de ninguna maneraque pudiera alertar a su tía y ésta se percatara de lo que le ocurría y afectara la concentración que tanto necesitaba si había de recuperarse.
Si había de... No cabía ninguna duda, se dijo Paula convencida. La tía Maia se pondría mejor. ¿No se lo dijeron en el hospital la semana anterior? Le indicaron que mejoraba mucho y que era una paciente excelente.
Paula dejó de caminar, se suavizó su expresión grave al pensar en su tía. En realidad su tía abuela, una anciana invencible de setenta años que entró en su vida llenando el vacío inmenso que dejaran sus padres cuando murieron en un accidente aéreo; que con su amor la ayudara a sobreponerse al trauma que le ocasionara la perdida de sus padres, y quien la criara con tanta sabiduría y cariño que la hacía sentirse amada, mejor comprendida que muchas de las chicas de su misma edad. Y aun cuando se llegó el momento de que ella extendiera las alas, que dejara la escuela y su casa, para ir a la universidad y de allí a Londres a su primer empleo, su tía la alentó en cada uno de sus pasos.
Hábil, ambiciosa, inteligente y adaptable; esos fueron sólo unos de los elogios que Paula recibiera cuando ascendió en la empresa, movida por la decisión de alcanzar los objetivos que ella misma se fijara. Otros decían que ella volaría muy alto, y ese comentario la llenaba de orgullo, se decía que llegaría el momento, una vez que se hubiera cimentado en su carrera, una vez que hubiera logrado todo lo que quería lograr, en que podría tomar la vida con más calma, que podría pensar en una relación seria con alguien y tal vez en sus propios hijos.
Desde luego que mantuvo contacto con su tía, pasaba la Navidad con ella y parte de sus otras vacaciones, la alentó a que viajara a Londres y se quedara con ella unos días en el apartamento pequeño que ella comprara en una zona residencial, por desgracia, cuando los precios estaban muy elevados...
Sí, veía su futuro muy claro, no tenía ningún obstáculo, nada que le impidiera el progreso, y entonces recibió el golpe.
Se le presentaron unos días inesperados de permiso y no teniendo nada planeado, se dirigió al norte, al suburbio de Mancliester adonde había crecido y descubrió la verdad dolorosa de la enfermedad de su tía. Un "crecimiento". Un "tumor". Tantas maneras tan corteses para describir lo indescriptible, pero sin un escape real, sin manera de cubrir lo que en realidad ocurría.
Ella amplió su permiso, ignorando las órdenes insistentes de su tía de que regresara a Londres y siguiera con su propia vida. Vieron médicos, especialistas, visitaron hospitales y entonces se supieron los hechos. Regresó a Londres, pero no por mucho tiempo. Sólo el suficiente para presentar su renuncia, poner el apartamento en venta, cosa que logró hacer, pero a un precio que no le dejó ninguna utilidad financiera.
Entonces se estableció en uno de los pequeños pueblos de Cheshire, favorito de su tía, en donde adquirió la cabaña con una hipoteca horrenda. El trabajo que recibía de la agencia, sin importar el número de horas que trabajara, nunca le proporcionaría nada semejante al sueldo que percibía en Londres. Y ahora, debía añadir a esa carga el costo que
representaba asegurar que su tía recibiera el tratamiento en el hospital de especialidades a
unos kilómetros de la cabaña.
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