jueves, 27 de junio de 2019

CAER EN LA TENTACIÓN: CAPITULO 25




Paula seguía sin poder sacarse de la cabeza el inesperado encuentro en la cocina de su apartamento. Cada vez que se humedecía los labios percibía el sabor de él. Y la forma en que él parecía hacerle el amor al micrófono cuando cantaba contribuía a recordárselo.


Cuando cambiaron de tema por el de Light my fire y Alfonso animó a todas las mujeres a que «encendieran su fuego», Paula estuvo a punto de comportarse como una quinceañera en su primer concierto y lanzarle su ropa interior. Sus braguitas minúsculas, como las que habían provocado una reacción tan intensa en él la pasada noche.


—¿Paula, no me oyes? ¡El teléfono está sonando!


Paula salió de sus pensamientos y miró a Dina, que debía de llevar un rato intentando llamar su atención. Agarró el teléfono y se fijó en el número.


Era Luciana. Seguramente llamaba para soltarle uno de sus sermones y ella no estaba de humor para escucharlo. Si su hermana estaba tan segura de que ella no podía manejárselas sola, ¿por qué se había ido de viaje cuando más la necesitaba? Para Paula, Luciana había perdido su derecho a protestar en cuanto había salido por la puerta sin preocuparse de lo que sucedería con el legado familiar.


Paula decidió contestar.


—La Tentación, ¿dígame?


—¿Paula?


—¿Lucy? —contestó ella sabiendo que ese apodo molestaba mucho a su hermana.


—¿Has telefoneado ya a la casa de subastas? Necesitamos el dinero que saquemos de los muebles para pagar al proveedor de bebidas.


Estupendo, nada como un poco de conversación intrascendente para comenzar. Paula no pudo contenerse.


—Hola, hermana querida, ¿cómo estás? ¿Qué tal te ha ido el día? Debe de ser muy difícil resolver todos los asuntos tú sola, ya que yo me he marchado y te he dejado allí tirada sin pensar en nadie más que en mí misma...


—Por favor, Paula, no empieces —contestó Luciana—. Te irá bien. Sólo tienes que seguir los puntos de mi lista.


La estúpida lista de su hermana, en la que detallaba, como si fuera para tontos, cada paso a seguir.


—¿Qué lista? —preguntó Paula.


Comenzó a dolerle la cabeza y no supo si era por la música o por los nervios de ser siempre la oveja negra de la familia Chaves.


—La que dejé pegada en la barra del bar y que explicaba paso a paso lo que tenías que hacer esta semana —respondió Luciana y dejó escapar un suspiro de indignación casi inaudible.


Pero Paula lo oyó. ¿Por qué le resultaba tan difícil contarle a su hermana cómo se sentía, abrirse a ella y cambiar la relación que tenían? Luciana era simpática, lista y maravillosa. La escucharía, ¿por qué no iba a hacerlo?


En el fondo de su corazón, Paula sabía que Luciana quizás la oyera, pero no la escucharía, no le prestaría atención. Así que le respondió como la antigua Paula. Su hermana sí comprendería esas palabras y esa actitud porque era lo que esperaba de ella.


—O sea que era eso... Alguien derramó whisky sobre ella el viernes por la noche y la tiré a la basura.


Se produjo un silencio tenso y Paula casi se arrepintió de su mentira. Nadie había derramado whisky sobre la maldita lista. Paula la había arrancado a sabiendas y la había tirado a la basura el mismo día que su hermana se había marchado de viaje. Ya que todo el mundo la dejaba sola en los últimos momentos de La Tentación, al menos ella cerraría el negocio a su manera.


—Te enviaré otra copia por e-mail. Y llama a la casa de subastas mañana a primera hora.


Paula negó con la cabeza. Luciana seguía siendo la misma, la que nunca se creería que ella había llamado a la casa de subastas el jueves. También había ido al banco, había encargado suficientes bebidas para todo el mes, había buscado la empresa de mudanzas... Y además había solicitado un formulario de inscripción en la universidad. Quizás no estuviera loca por querer estudiar una carrera y perseguir su sueño secreto de convertirse en profesora de instituto.



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