jueves, 28 de marzo de 2019

EN APUROS: CAPITULO 31




Pedro estaba sentado en el escalón superior de la escalera que conducía al sótano, intentando poner en orden sus ideas. La poca luz, el ambiente sombrío, no ayudaban precisamente a que mejorara su ánimo.


Una esposa. Pedro sacudió la cabeza agobiado: «Ya estuve casado una vez, y con una me basta».


¿Por qué estarían tan empeñados los niños en que se volviera a casar? Sabían de sobra, porque se lo habían oído un millón de veces, que no tenía la menor idea de hacerlo.


Incluso si llegaba a cambiar de idea, no se casaría nunca con Paula. Era verdad que no se parecía en absoluto a su ex, una mujer egoísta y falsa que le había pedido el divorcio apenas un mes después de que abandonara su prestigioso trabajo en la universidad. Pero, por otra parte, tenía muy claro que Paula era su jefa: ni siquiera podía salir con ella sin arriesgar todo por lo que había estado luchando en los últimos meses.


Además, Paula nunca le dejaría acercarse demasiado. Siempre mantendría aquella armadura, escondería sus emociones cuidadosamente. Era una lástima que necesitara protegerse tanto, pero él entendía perfectamente sus razones.


Paula había sufrido la traición en sus carnes, y lo que la diferenciaba definitivamente de su ex esposa era que mientras esta tenía un corazón de piedra envuelto en suave terciopelo, Paula era exactamente lo contrario.


Ya él le encantaba vislumbrar su dulzura interior cuando descuidaba sus defensas. Y si se casaran… ¿Casarse? ¿Una esposa?


No, los solterones como él no se casaban. 


Nunca.



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