lunes, 9 de diciembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 47





Pedro no volvió a la oficina durante toda la semana y Paula se dijo a sí misma que así al menos podría trabajar tranquila. No habría forma de escapar de la conversación que tenían pendiente, desde luego, y había decidido que no habría más secretos entre ellos. Le contaría todo, incluida la existencia de su hija.


Su relación con Pedro Alfonso no había empezado con buen pie y, por supuesto, tampoco iba a acabar bien. De modo que debería ir buscando otro trabajo.


El Sábado amaneció frío pero con sol y Paula aprovechó el buen tiempo para barrer las hojas del jardín, mientras Maia trotaba tras ella con su carretilla de juguete.


Esa era su vida, se recordó a sí misma mientras observaba a la niña correr entre las hojas. Su hija era lo mas importante del mundo para ella, pero no podía contener el dolor que sentía cada vez que pensaba en Pedro. Un dolor que la hacía sentir como si sólo estuviera viva a medias.


Lo echaba tanto de menos, que le dolía. Si cerraba los ojos podía ver su cara... ¿Como iba a olvidarlo?


Aunque encontrase un trabajo nuevo al día siguiente y no volviera a verlo nunca, jamas podría olvidarse de él. Pedro Alfonso era su otra mitad y sin el se sentía incompleta, pero no era suyo. Pedro amaba a otra mujer e iba a casarse con ella. De modo que tendría que aprender a vivir sin él.



*****

Pedro aparcó el coche y se miró un momento en el espejo retrovisor, maldiciendo en voz baja al ver el corte que se había hecho en la barbilla mientras se afeitaba por la mañana. 


Mientras apretaba el timbre de Paula, se pasó una mano por el pelo, revelando el gesto una tensión que intentaba disimular.


Volvió a llamar al timbre, pero aparentemente Paula no estaba en casa... Entonces oyó una vocecita en el jardín y bajó los escalones para echar un vistazo.


-Tú no eres el lechero- le dijo una niña con el pelo del mismo color que el de Paula-. Ni el cartero. ¿Quien eres, Santa Claus?.


Pedro trago saliva.


- No, me temo que no. Soy Pedro. ¿Quien eres tú?


-Maia Juana Chaves.- contestó la niña-. Vivo en el numero sesenta y tres de la calle Cedar y mi conejo se llama Borrón.


-¿Maia? ¿Con quién estas hablando? - Paula apareció de repente y se quedó parada-. ¡Pedro!


Él parecía horrorizado, no había otra forma de describir su expresión.


-Ésta es mi hija, Maia.


-Lo sé, acabamos de presentarnos. Muy bien, bueno, yo me voy...


Pedro, espera!


Pero él no esperó y Paula lo vio alejarse en su coche. No había querido que se enterase de esa forma, pero... quizá era lo mejor.




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