martes, 17 de diciembre de 2019

OSCURA SEDUCCIÓN: CAPITULO 19





Por más que había intentado olvidarla, la recordaba. Recordaba la forma en que la había sostenido entre sus brazos al besarla en el salón de baile.


Recordaba el temblor de su virginal cuerpo cuando la había poseído en el jardín. Recordaba la explosiva manera en que la había deseado. Y la forma en que ella le había mirado, maravillada, mientras hacían el amor... y con odio cuando ella había descubierto quién era él.


Ella era la única mujer que se había negado a sus deseos.


Él no quería recordar esas cosas. Llevaba el último año y medio intentando olvidarlas. Pero, ¿cómo hacerlo cuando Paula era la mujer a quien todos los hombres deseaban y él había sido el único que la había tocado? Al menos el primero. De pronto se preguntó con cuántos hombres se habría acostado ella en el último año y medio. Agarró su copa con fuerza.


–Aunque la condesa no puede compararse con mi mujer –puntualizó Nicolas–. Emilia es cálida y amorosa. La condesa es muy guapa, no hay duda, ¡pero tan fría!


–¿Fría? –murmuró Pedro–. Yo no la recuerdo así.


Ella había sido puro fuego, desde la pasión de su primer beso hasta la feroz intensidad de su odio.


–Te atrapó en su red, ¿cierto?


Pedro elevó la vista y vio a Nathan mirándolo divertido.


–Por supuesto que no –replicó–. Tan sólo es la mujer que decidió poner un parque donde deberían haber estado mis rascacielos. Aparte de eso, no significa nada para mí.


–Me alegra oírte decir eso –comentó Nicolas con gravedad–. Porque es evidente que ella te ha olvidado. Lleva viéndose con el mismo hombre desde hace meses. Se espera que cualquier día anuncie su compromiso de boda.


Una ola helada se apoderó del cuerpo de Pedro


¿Paula, comprometida?


–¿Quién es él?


–Un rico abogado de una acomodada familia de Nueva York. Andres Oppenheimer.


Era el poderoso hombre de pelo blanco que había conocido al abuelo de Pedro. ¿Él iba a convertirse en marido de Paula?


Pedro sabía que ese matrimonio no sería célibe como el primero.


Oppenheimer la deseaba... igual que todos los hombres, igual que él, reconoció Pedro.


Tomó aire profundamente mientras los colores y sonidos del bar zumbaban a su alrededor. Se dio cuenta de que dieciocho meses de duro trabajo físico no habían atenuado su deseo hacia Paula Chaves. En absoluto.


Aunque ella lo detestara... él la tendría.




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