domingo, 15 de diciembre de 2019
OSCURA SEDUCCIÓN: CAPITULO 13
Tenía que convencerla de que le vendiera el terreno de Nueva York antes de que ella descubriera quién era él. Se separó de ella y sacó unos papeles de un portafolios de cuero negro que había dejado a la entrada del jardín.
–Quiero que hagas algo por mí.
–¿Un favor aún mayor que entregarte mi virginidad? –bromeó ella sonriente.
Él le dirigió su sonrisa más encantadora.
–Es un favor pequeño –respondió–. Construye tu parque en algún otro lugar.
Ella lo miró boquiabierta.
–¿Cómo?
–Transfiéreme tu derecho de compra sobre el terreno. Haré que te merezca la pena. Te pagaré el diez por ciento sobre el precio de salida. Considéralo una comisión –dijo él abriendo los brazos en un gesto expansivo–. Construye el parque que honre a tu hermana en Los Ángeles. Deja que yo construya rascacielos en Nueva York.
Ella lo miró fijamente, blanca como una pared.
–¿De eso se trataba todo esto? ¿Por eso pagaste un millón de dólares por bailar conmigo en Nueva York? ¿Por eso me has seguido hasta Italia?
Él apretó la mandíbula.
–No era la única razón...
Ella apoyó su mano en el pecho de él y lo empujó con fuerza mientras lo fulminaba con la mirada.
–¿Me has seducido para conseguir el terreno?! –añadió echando chispas por los ojos y elevando la barbilla.
Él estaba perdiendo el negocio. La miró y negó con la cabeza.
–Por supuesto que quiero el terreno. Más de lo que te imaginas. Puedo construir cinco rascacielos en esa propiedad que durarán cientos de años. Es el proyecto más grande que he emprendido nunca. Será mi legado –admitió e inspiró hondo–. Pero eso no tiene nada que ver con haber tenido sexo contigo. Haberte poseído así ha sido... un momento de locura.
Alargó la mano intentando volver a tomarla en sus brazos, a tenerla bajo su control.
–Si hubiera sabido que eras virgen...
–Conoces todo de mí, ¿no es así? Mi nombre, mi familia. dónde vivo... –dijo ella amargamente cerrando los puños con fuerza–.Y yo todavía no sé nada de ti. Ni siquiera sé cómo te llamas.
Si ella conocía su nombre, todo estaba perdido.
–¿Qué diferencia supone mi nombre? Piensa en el negocio que estoy ofreciéndote.
Ella elevó la barbilla con los ojos echando chispas.
–Quiero saber cómo te llamas, bastardo despiadado.
Él no podía mentirle. Su honor era más importante que cualquier otra cosa, incluso que el negocio de su vida. Inspiró profundamente.
–Me llamo Pedro Alfonso.
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