domingo, 15 de diciembre de 2019

OSCURA SEDUCCIÓN: CAPITULO 12




Maldijo en voz baja de nuevo. ¡Todavía no le había pedido que le vendiera el terreno de Nueva York!


–El terreno de Nueva York... –murmuró, pero se detuvo.


–¿Qué ocurre con él?


Él giró la cabeza y habló con voz ronca.


–¿Cómo es posible que seas virgen? Eres viuda. Todos los hombres te desean. Se dice que el viejo conde murió de placer contigo. 


Ella se tensó.


–¡Eso no es cierto!


–Lo sé.


La puso en pie. El cuerpo desnudo de ella era una visión para él e incluso entonces, cuando ya debería estar saciado, no podía dejar de mirarla.


–Pero estuviste casada. ¿Cómo puedes ser virgen?


–Giovanni fue muy bueno conmigo –susurró ella–. Era mi amigo.


–Pero nunca fue tu amante.


–No.


De lo cual Pedro estaba enormemente contento. 


¿Por qué le importaba tanto haber sido su único amante? ¿Cuál era la diferencia?


La vio inspirar hondo y humedecerse los labios. 


Era tan hermosa que se moría de ganas de llevarla al interior del castillo, encontrar una gran cama y, con tiempo, enseñarle lo mucho que podía durar el placer...


¿Por qué ella tenía un efecto tan extraño sobre él? Inspiró hondo, desesperado por recuperar el control sobre su cuerpo y su mente. Negocios.


«¡Pregúntale lo del terreno!», se ordenó a sí mismo. Pero su boca no cumplía sus órdenes. No podía dejar de mirarla.


Tenía que deberse a que ella todavía estaba desnuda. En cuanto se vistiera, él podría volver a pensar con claridad. Recogió el vestido y la ropa interior de ella del suelo y se la tendió.


–¿Por qué se casó el conde contigo si no fue por tu cuerpo?


Desorientada, ella lo miró con la ropa en la mano.


–Se casó conmigo para hacerme un favor.


Pedro se obligó a apartar la mirada. Le resultaba más fácil mantener la distancia si no la veía ni la tocaba.


–Ya –dijo sardónico–. Por eso se casan los hombres, para hacer un favor. Hice negocios con el conde Chaves un par de veces. Era un hombre implacable.


–Era amigo de mi padre –explicó ella vistiéndose–. Un desalmado empresario ladrón le robó la empresa de transporte a mi padre, quien a los pocos meses murió de un ataque al corazón.


Pedro la fulminó con la mirada.


–Giovanni acudió al entierro en Los Ángeles –continuó ella–. Vio que mi hermana no tenía dinero para pagar su tratamiento y que mi madre había enloquecido de pena. Y quiso salvarnos.
Sacudió la cabeza mientras se le llenaban los ojos de lágrimas.


–Pero fue demasiado tarde para ellos.


Una empresa de transportes. Los Ángeles. A Pedro empezaba a resultarle demasiado familiar.


«La fundación del parque Olivia Hawthorne le agradece su generosa donación».


Él no había prestado atención al nombre antes. 


En aquel momento, una nauseabunda sensación le invadió el pecho.


–¿Cómo se llamaba tu padre?


–¿Por qué?


–Tú dímelo.


–Alfredo Hawthorne.


Pedro maldijo en su interior. Como se temía, el padre de ella era el mismo hombre que, diez años atrás, se había hipotecado hasta el cuello intentando combatir la OPA1 hostil sobre su empresa de transportes por parte de Pedro.


Él había oído que el hombre había muerto unos pocos meses más tarde, seguido de su hija adolescente aquejada de un tumor cerebral. Y después la madre había suicidado con pastillas para dormir.


Sólo la hija mayor había sobrevivido. Paula.



Y ella acababa de entregarle su virginidad.


Pedro apretó los puños. Ella sólo lo había hecho porque no sabía quién era él.


Milagrosamente, él se las había apañado para no decírselo. Pero en cuanto descubriera, él ya no tendría ninguna oportunidad de que le vendiera el terreno de Nueva York.


–¿Conocías a mi padre? –preguntó ella suavemente, mirándolo.


–No.


Y en cierta forma era verdad. Él nunca había conocido realmente a aquel hombre. Tan sólo se había adueñado de su empresa pobremente gestionada y la había hecho pedazos, destruyendo los muelles y vendiendo el valioso terreno frente al mar en Long Beach a un complejo de apartamentos de lujo.


–Ojalá lo hubieras conocido. Creo que os hubierais gustado. Los dos, hombres poderosos persiguiendo el éxito.


La diferencia estribaba en que él siempre ganaba, pensó Pedro, mientras que el padre de ella había sido mi fracasado, el heredero en tercera generación de una empresa que no había sabido gestionar.



En el ámbito de las finanzas, OPA es la sigla de Oferta Pública de Adquisición




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