lunes, 30 de diciembre de 2019

HEREDERO OCULTO: CAPITULO 2




Un año después…


Pedro Alfonso agarró con fuerza el cuero caliente del volante de su Mercedes negro para tomar las curvas de entrada a Summerville. Iba más rápido de lo debido.


Summerville era un pequeño pueblo de Pensilvania que estaba solo a tres horas de su casa, en Pittsburgh, pero era como si estuviesen en dos planetas distintos. Pittsburgh era todo asfalto y luces de neón, mientras que Summerville era todo bosques, praderas, casas pintorescas y una pequeña zona comercial.


Redujo la velocidad y observó los escaparates al pasar. Una farmacia, una oficina de correos, un bar restaurante, una tienda de regalos… y una panadería.


Levantó el pie del acelerador y redujo la velocidad todavía más para estudiar la marquesina amarilla chillona y las letras negras que rezaban: La Cabaña de Azúcar. El cartel luminoso de color rojo anunciaba que estaba abierta… y en su interior había varios clientes, disfrutando de la bollería recién hecha.


Apetecía entrar, algo muy importante en el sector alimentario. Hasta se sintió tentado a bajar la ventanilla para ver si el aire olía a delicioso pan, a galletas y a pasteles.


Pero para que un negocio funcionase hacía falta algo más que un nombre gracioso y un bonito escaparate, y si él iba a invertir en La Cabaña de Azúcar, antes tenía que saber que merecía la pena.


Al llegar a la esquina giró a la izquierda y continuó por una calle lateral, siguiendo las indicaciones que le habían dado para llegar a las oficinas de Blake and Fetzer, asesores financieros. Ya había trabajado antes con Brian
Blake, aunque nunca había invertido tan lejos de su casa ni tan cerca de las oficinas de Blake. No obstante, el hombre nunca lo había asesorado mal, por eso había accedido a hacer el viaje.


Unos pocos metros por delante de él vio a una mujer sola, subida a unos tacones y andando con dificultad por la acera adoquinada. También parecía distraída, buscando algo en su enorme bolso, sin mirar por donde andaba.


Pedro se sintió incómodo. Le recordaba a su exmujer. Aunque aquella era más curvilínea, tenía el pelo más corto. Pero su manera de andar y de ir vestida era parecida. Vestía una camisa blanca y una falda negra con una raja en la parte trasera que dejaba ver sus largas y bonitas piernas. No llevaba chaqueta ni accesorios, lo que también se ceñía al estilo de Paula.


Pedro volvió a fijar la vista en la carretera e intentó contener la emoción.


¿Era culpa? ¿Pesar? ¿O era simple sentimentalismo? No estaba seguro y prefería no darle más vueltas.


Llevaba más de un año divorciado, así que lo mejor era no mirar atrás y seguir con su vida, como seguro que había hecho Paula.


Vio el edificio de Blake and Fetzer y entró en el diminuto aparcamiento con espacio para tres coches, apagó el motor y salió a la calle, hacía un cálido día de primavera. Con un poco de suerte la reunión y la visita a La Cabaña de Azúcar solo le llevarían un par de horas y después podría volver a casa. A algunas personas les gustaba la vida de pueblo, pero Pedro era feliz en la gran ciudad.




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