martes, 5 de noviembre de 2019
UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 44
Según Celina, la campaña de Navidad de ese año estaba siendo más dura y ajetreada que nunca. Parecía una venganza. La sonrisa de Paula al recibir a los clientes era tan artificial como el árbol de plástico que adornaba la tienda. Eso sí, sus diseños parecían venderse solos.
-Siéntate y descansa -le ordenó su tía cuando llegó el correo. Por primera vez en toda la tarde, tenían cinco minutos de descanso. Celina se acercó a ella y le dio un sobre marrón-. ¿Qué quieres que haga con esto?
Era una invitación para la inauguración de la Galería Alfonso, y estaba dirigida a Celina. Se le llenaron los ojos de lágrimas que intentó contener. Aunque sabía que tampoco habría ido aunque la hubiera invitado, ¿verdad?
Pero lo echaba tanto de menos. Añoraba sus bromas, reírse con él, la intimidad que habían conseguido, tener a alguien con quien compartir sus sueños. El problema era que Pedro le había dejado muy claro que no quería compartir su vida con ella. ¿No había pedido alguien que le dijera la verdad? Pues ahí lo tenía.
-Creo que deberías ir -respondió por fin a su tía devolviéndole el sobre.
-No tengo el más mínimo interés estando las cosas como están entre vosotros. De verdad, me da igual no ir. Además, esa misma noche es la fiesta de los vendedores del barrio -le explicó que se trataba de una celebración anual, un día en el que todas las tiendas y galerías de la zona se quedaban abiertas hasta altas horas de la noche.
-Ve, tía. Pedro es tu inquilino, además del hijo de un viejo amigo. Olvídate de mí y ve tranquilamente.
Celina la miró emocionada, cosa nada usual en alguien como ella.
-¿Sabes que te estás convirtiendo en una mujer excepcional?
La situación era demasiado difícil para el débil ánimo de Paula.
-¿Te importaría quedarte sola un rato? Creo que necesito salir a dar un paseo.
-No solo no me importa, sino que me voy a quedar con los niños esta tarde. Vete a dar ese paseo y luego lee, escucha música, cómprate algo, lo que quieras. ¿Qué te parece?
-Que eres mi hada madrina.
-Solo si tu hada madrina puede escuchar a Santana y beber un poco de whisky de vez en cuando -le dijo sin ocultar la emoción.
-Por mí, estupendo.
Salió de allí dispuesta a relajarse y convertirse de verdad en una mujer fuerte. Desde que había roto su relación con Pedro, cada vez que pasaba por su galería hacía un esfuerzo tremendo para no mirar al escaparate. Daba igual que estuviera cubierto de papel, siempre tenía la sensación de que él podía verla. Ese día decidió que debía dejar atrás esas manías y mirar. Después de todo, solo iba a ver papel.
«Uno… dos…. tres y… ¡Dios! ¡Ya no había papel… ya no había nada entre ella y… Pedro!»
A pesar de que lo que de verdad habría querido hacer habría sido salir corriendo, se enfrentó a la situación con determinación y lo miró a los ojos sin pestañear. Nada más verlo, se dio cuenta de que se había estado engañando a sí misma; podría vivir sin él, pero no sería feliz, al menos no por mucho tiempo. Incluso ataviado con una simple camiseta gris y unos vaqueros estaba irresistible. Especialmente sabiendo lo que se sentía estando entre esos brazos, conociendo el sabor de su piel…
En los ojos de Pedro también quedaba sentimiento y dolor. Le encantaba resultarle molesta. En un gesto totalmente infantil, pero muy satisfactorio, siguió mirándolo y le sacó la lengua. Se acabaron los dramas, si tenía que pasar por todo aquello, mejor hacerlo con humor. Se echó a reír al ver el modo en el que él reaccionó levantando las cejas. Después se alejó de allí a toda prisa.
Esa misma tarde Celina decidió que, ya que era su hada madrina, iba a actuar como tal e iba a poner en marcha sus poderes. Con la ayuda de Abril y Marcos, por supuesto.
-¿Malena? -preguntó cuando contestaron a la llamada de teléfono que estaba haciendo-. Soy Celina Chaves. Verás, es que a los gemelos y a mí se nos ha ocurrido una sorpresa para Paula y necesitamos tu ayuda.
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